Algunas jocosas, otras terribles, sobre Graciela Alfano se dicen cosas inimaginables. Dejando de lado su relación con el genocida Massera y las cuestiones vinculadas que ya están en la justicia, en los últimos días la rubia volvió a la andadas, como si los personajes que compone fueran más importantes que su vida. En menos de dos semanas se peleó con varios colegas, ahora le está dando sin asco a Silvina Escudero y familia, y sus tweets revelan una alarmante disociación entre la realidad y la ficción. Lo que no quita que tenga sus miles de seguidores y un club de fans en Twitter llamado @lasalfanitoss.
Pero claro, también en la farándula hay pesos mosca y pesos pesados. Entre los últimos está Moria Casán, que además es una de las que mejor maneja la ironía. Y a las pruebas me remito. Primero le tiró a la Alfano por su adicción al Twitter: “Les gusta porque se les complica escribir más de 140 caracteres. Tienen encefalograma plano”. Y si algo faltaba para que Graciela sintiera el fierrazo, añadió: “Peor son las veteranas que usan el Twitter para hacerse las pendex. Como no tienen televidentes que las miren por tele o gente que pague una entrada para verlas en el teatro, se conforman con seguidores de Twitter”.
Nunca se sabe hasta dónde llega el juego y comienza la verdad, pero no debe ser nada agradable que -como lo hizo en un reportaje - Moria diga: “ShowMatch es lo único que Alfano tiene a la noche. Después de las 12 le sacan todo. Es el canje Cenicienta”. Cuando en el Malbran se les acabe el veneno de víbora para hacer los sueros, ya saben dónde buscar. Como el día en que se cayó parte del decorado y la Casán, sin vueltas, mandó “cuidado, Alfano trabaja con magia negra”.
La rubia no le va a la saga. Una vez expresó que Moria “pertenece a Mundo Marino”, la otra le dijo que “parece ALF”, y Graciela le respondió que “Casán es igual a Mr. Ed” y que para operarse la cara, le iba a pedir a su competidora “el número de su veterinario” ¿Te das cuenta de lo que son estas mujeres? Otra que las brujas de Eastwick.
(Pubicado en la columna "El click del editor", de La Razón, de Buenos Aires)