Páginas

28 abril 2011

El monstruo de Johannesburgo

Por Humberto Acciarressi

El monstruo del Lago Ness, su primo en nuestro Nahuel Huapi, el siniestro chupacabras, en fin, todos ellos parecen figuritas para chicos de seis años comparados con el ser que tiene aterrados a los habitantes de la localidad de Steytlerville, en Johannesburgo. Vamos por parte ¿Hay testimonios de su existencia? Muchos ¿Son creíbles? Tanto como los relacionados con los otros seres mencionados ¿Hay fotos de este misterioso ser? Sí, hay una, y allí se resume la clave de su misteriosa existencia. Un tipo lo esperó con una cámara, vio al monstruo cuando reposaba recostado en un árbol. Tenía forma humana aunque no era un hombre o una mujer. Y, para confirmar el justo temor de los habitantes, en la imagen no salió lo que vio el fotógrafo (que no estaba borracho ni había consumido alucinógenos) sino un animal desconocido.

Bien. Como puede verse, hasta aquí no dijimos nada demasiado nuevo. Pero agarrate del asiento ya que ahora viene lo peor. Analicemos juntos la secuencia. Todo comenzó cuando en las cercanías de una taberna apareció un hombre con abrigo negro...y sin cabeza. Coincidamos que no es un espectáculo frecuente. Cuando los vecinos alertados fueron al lugar, el sujeto sin balero se transformó en un perro del tamaño de una vaca. Y finalmente, para huir, se convirtió en mono. Nadie se había inyectado heroína ni comido algunos de esos hongos que te convierten en aviador en tierra. La explicación “científica” (imaginate las otras) es que se trata de un ser que muta cuando se lo mira.

Algunos han reportado apariciones en dos entierros y en las cercanías de una iglesia, con lo cual habría que descartar lo demoníaco. Mientras, otros afirman que el ser vuela. Y con esto coincide un vecino que primero vio como un hombre trajeado se convertía en cerdo, para luego transformarse en murciélago. Fue allí cuando a alguien se le ocurrió lo de la foto. Que no hizo más que complicar las cosas, ya que la criatura ahora llegó a los diarios. Y a estos bichos, por si no se sabe, suele gustarles la fama.

(Publicado en la columna "El click del editor", de La Razón, de Buenos Aires)