Páginas

27 noviembre 2009

Corazón sano con una Uzi en la oficina

Por Humberto Acciarressi

Si tu jefe te humilla, te maltrata, no te considera ni te registra salvo para decirte lo que hiciste mal, te mira con el mismo respeto que tiene un científico de laboratorio por el último de los cobayos; si tu sueldo apenas te alcanza y trabajás por cuatro, estás muy cerca de morirte de un ataque al corazón. Salvo que, de acuerdo a estudiosos de Estocolmo, sueltes tu ira en la oficina y digas lo que tengas que decir sin medir las consecuencias. Eso que ellos, los científicos, definen "expresar el enojo".

Claro que existen ciertas barreras que no deberías cruzar. A menos, claro, que quieras convertirte en un Travis (aquel personaje encarnado por Robert De Niro en "Taxi Driver") o en un Bill Foster (el de Michael Douglas en "Un día de furia"). Tampoco podés suponer que llevar una Uzi de caño recortado al trabajo, atrincherarte en tu escritorio y liquidar a varios compañeros antes de acertarle entre las cejas a tu jefe, podrá resolverse fácilmente con un "intento evitar el infarto". Y si llegaras a hacerlo, será difícil que te absuelvan con sólo manifestar cuando mires la foto de 22 cuerpos envueltos en bolsas negras: "Expresé mi enojo".

No parece fácil, pero manifestar el desagrado con palabras enérgicas y sin llegar al crimen debería ser posible. Claro que el estudio tendrían que leerlo los jefes. Ellos disponen de un arma más eficaz que una 45 mm: el saber (o creer) que disponen de tu futuro. Lo que no saben es lo que vos guardás en la cajonera del escritorio, al lado de la cajita de los clips.

(Publicado en la "Columna del editor" de La Razón, de Buenos Aires)