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14 octubre 2009

No voy en tren, ni en avión, voy en Titanic...

Por Humberto Acciarressi

No hay vuelta de hoja: el hombre tropieza siempre con la misma piedra. Aunque hay casos en los que se le va la mano. Ahora, para confirmarlo, un conjunto de extravagantes millonarios va a festejar el hundimiento del Titanic con un crucero que hará el recorrido del buque célebre, con cenas, bailes y ropas de la época. Saldrá del mismo lugar, surcará las aguas como si fuera un clon de repetición perpetua, y -no debe haber nadie en el mundo que no lo anhele fervientemente- debería chocar con un témpano y hundirse en el lugar exacto que su antepasado, en la noche del 14 al 15 de abril del 2012. Si van a celebrar, mueran con dignidad y bailando sobre cubierta.

La ocasión, entonces, es propicia para aquellos que quieran hacer "un regalito" especial a una o varias personas. Todavía quedan algunos pasajes y, si bien no son baratos, pueden valer una misa con barco tan mufado. ¿Te querés sacar a alguien de encima? Llamá urgente y hacé una reserva. Y si es posible en tercera clase, allí donde estaba Leonardo Di Caprio.

Si el periplo termina como todo el mundo quiere, en cien años Hollywood debería estar estrenando otra película. Y en tren de recordar tragedias, sugerimos instalar a miles de familias en la ladera de un volcán a punto de estallar para celebrar los últimos días de Pompeya. Un último consejo mientras veo en el folio de esta página que hoy es martes 13 (*) : si ganás un pasaje en el nuevo Titanic jugando a las cartas, ni lo dudes: cambialo por un viaje en catamarán por el Tigre.

(Publicado en "La columna del editor" de La Razón, de Buenos Aires)