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23 marzo 2009

Clint Eastwood, clásico y con eso le basta

Por Humberto Acciarressi

Los que hacen un culto de la experimentación por la experimentación misma; los que creen que el cine comenzó a mediados de los 90; los que le encuentran defectos a los clásicos de la pantalla y se comen cualquier berretada que le sirven en platos exóticos; los que aún no entienden que cualquier bobo puede contar algo sobre un pensionista que mata a la dueña de la pensión pero sólo Dostoievsky puede escribir "Crimen y castigo"; los que creen que es mejor decir "cesaron sus funciones vitales" en lugar de "está muerto"; seguramente no se van a entusiasmar con "Gran Torino", la última película de Clint Eastwood.

Pero alla ellos. Ya estaba en el metier un lustro antes, pero desde que en los 60 trabajó en la llamada Trilogía del dólar ("Por un puñado de dólares", "Por unos dólares más" y "Lo bueno, lo malo y lo feo") hasta muchos años más tarde -incluso cuando ya había comenzado a dirigir- en el imaginario cinematográfico era casi imposible pensar a Eastwood en relación con otro tipo de películas que no fueran spaghetti westerns o de detectives al estilo Harry Callahan, aquel "Harry, El Sucio" que marcó otra de sus etapas. No es casual que recién a fines de los 80 comenzara a ganar premios de cierto prestigio.

Cuando en 1989 obtuvo el Globo de Oro como director de "Bird", la vida de Charlie Parker, eran pocos los que sabían que Eastwood era una fanático del jazz, que él mismo era compositor musical y que era capaz de hacer maravillas desde atrás de la cámara. Después vendrían, entre otras (y nos referimos sólo a su papel de director), "Los imperdonables", las brillantes "Los puentes de Madison" y "Medianoche en el jardín del bien y del mal", "Río Místico", "Million Dollar Baby", "Cartas desde Iwo Jima" (quien no vio esta película tiene una deuda con el cine) y las recientes "El sustituto" y "Gran Torino".

Digamos para quienes aún no han visto la última de las mencionadas, que la historia de Walt Kowalski, el veterano de la guerra de Corea que interpreta el propio Eastwood, está brillantemente contada y actuada, al punto que uno se encariña con el personaje a pesar de ser uno de los más odiosos de su carrera. Y eso que con el correr del film, Walt/Clint se va "modificando" hasta llegar a un final tan sorprendente e inesperado que puede decirse que quedará en la historia del cine (agreguemos, en este sentido, que Eastwood es un genio que no se repite a sí mismo). Por supuesto que algunos lo van a criticar mal. Como lo hacen con todos los clásicos, aquellos que necesitan un poco de atención.