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28 enero 2009

A largar el jabón que la roña ayuda a vivir

Por Humberto Acciarressi

Años atrás, era famoso en las calles de Banfield un sujeto cuya epidermis podía dividirse en capas geológicas, tenía unas rastas que hubiera envidiado Bob Marley, y su olor evocaba los aromas de herrumbre y cuero que se perciben a orillas del Matanza. A todo el mundo le resultaba raro que aquella suciedad porcina ya no lo hubiera matado.

No hace mucho, al autor de estas líneas le contaron que en Montevideo existe un especimen similar, a quien -de paso por un hospital- lo bañaron entre tres enfermeras que utilizaron cepillos de cerda gruesa para el hombre y barbijos para ellas. Mal hecho. Las mujeres ignoraban que recientes estudios científicos revelan que la suciedad hace bien. Dicho de otra forma, una persona con la pulcritud enfermiza de Jack Nicholson en “Mejor imposible” tiene severas posibilidades de morir más rápido que los sucios mencionados más arriba , que seguramente portan triplicados los 90 billones de microbios que un ser humano arrastra.

Esto no significa que uno tenga que ir corriendo a chupar el cordón de la vereda o a revolcarse por el piso de la estación Constitución para curarse de una gripe. Todos los extremos, ya enseñaban los griegos, son malos. Pero vivir en una burbuja, lavarse la boca con detergente cada vez que se da un beso, o sufrir un ataque de pánico si a uno le dieron una mano transpirada, no es -definitivante- un signo de salud. Por eso, no trate muy mal a sus bacterias y parásitos, que para algo están.

(Publicado en “La columna del editor” del diario La Razón, de Buenos Aires)

27 enero 2009

La muerte del padre de "Conejo"


Fue poeta, ensayista, cuentista, novelista y ácido analista de la vida suburbana de los Estados Unidos de la segunda mitad del siglo XX. Fue, además, el creador de una de las sagas más extravagantes y multitudinariamente seguidas en el mundo literario: la de su personaje Harry Angstrom, "Conejo" para los lectores de John Updike, muerto de cáncer de pulmón hace unas horas. El autor de "Corre, Conejo", "El regreso de Conejo", "Conejo es rico" y "Conejo en paz" (con estos dos ganó dos Pulitzer), "Conejo en el recuerdo", e innumerables obras, escribió además "Las brujas de Eastwick" (llevada al cine impecablemente por George Miller, con Jack Nicholson en el papel de Daryl Van Horne y las bellas, bellísimas, Cher, Susan Sarandon y Michelle Pfeiffer como las aprendizas de hechiceras). En esta obra, Updike aborda los prejuicios enfermizos y moralistas de las pequeñas aldeas norteamericanas, tema que retoma en "Pueblos" (alguien lo llamó, acertadamente, "cronista del adulterio urbano").


La crítica hace rato que no venía tratando demasiado bien a Updike (fueron muy crueles con "Busca mi rostro", de la que se ha señalado que es su obra más feminista). Sin embargo seguía al pie del cañón, e incluso se dice que cuando escribió "Aún mirando" y "Terrorista" ya estaba muy enfermo. Pero más alla de estos detalles, el creador de "Conejo" hace rato que había ganado largamente un lugar entre los más importantes escritores de posguerra. No es casual que Margaret Atwood, decana de las letras canadienses, haya dicho sobre él: "Ningún escritor norteamericano ha escrito tantas obras de tanta calidad durante tanto tiempo". Y eso no es decir poco.

A continuación se reproducen dos preguntas con las respuestas de Updike, en un reportaje de hace algunos años:

"En medio de la soledad del proceso creativo, ¿hay momentos en los que su ficción se abre al lado más oscuro de las cosas?

Ciertamente, algunas de mis narraciones se adentran en el lado oscuro de la existencia. Son incursiones en las tinieblas que se ciernen sobre la isla de luz que es la vida, pero cuando estoy entregado en cuerpo y alma al acto de escribir, aunque el asunto sea trágico, siento un placer físico. Cuando estoy en pleno acto creativo y voy encontrando una a una las palabras que expresan lo que deseo decir, se apodera de mí una suerte de éxtasis (...)

¿Cómo definiría su estilo?

Cuando empecé a escribir me influyó el nouveau roman. Por eso mi primera novela, que publiqué a los 27 años, era bastante experimental, pero mi estilo, por el que mis lectores me reconocen, es esencialmente realista. Aunque en algunas novelas me he apartado de mi modo de hacer fundamental, siempre vuelvo a mis raíces e intento darle al lector un pedazo de la realidad. Creo que fue Nathalie Sarraute quien dijo que el sustrato que hace que todo se mueva es la realidad. La realidad está en la base de nuestros deseos, de nuestros pensamientos, de nuestros recuerdos, y los novelistas no somos sino comentaristas de la realidad. Decimos lo que en ella hay de maravilloso o de terrible o de misterioso. En ningún lugar me siento más cómodo que instalado en la realidad, cerca de la gente normal. Es de ellos acerca de quienes escribo, acerca de la clase media, ni los más ricos y privilegiados, ni los más pobres, sino el ciudadano medio, los hombres y mujeres que tratan de sobrevivir día a día en la lucha diaria que es la vida cotidiana"

Licencia de taxi de Robert De Niro para Taxi Driver


Se sabe que Rober De Niro trabajó muchísimo en la preparación de su personaje emblemático, el taxista Travis de la película Taxi Driver. Acá está la licencia que obtuvo cuando convivió durante meses con conductores para obtener, con los más mínimos detalles, las peculiaridades para su papel en la película de Martin Scorsese.

Primera fotografía de la historia, 1827


Tomada por Joseph Nicéphore Niepce, esta imagen es conocida como "Vista desde la ventana en Le Gras". La misma provocó una gran sensación y aunque es difícil de distinguir, la foto captura los alrededores del fotógrado y partes de un edificio.

"Faltaba más señorita, el bote es vuesto"

Por Humberto Acciarressi

Mucho antes de las andanzas cinematográficas de Kate Winslet y Leonardo Di Caprio, se sabía que el Titanic (hundido el 15 de abril de 1912) fue escenario de hechos heroicos y aberrantes en los momentos previos a su ingreso definitivo en la historia. Ahora, especialistas en comportamiento dicen que muchos británicos se fueron al fondo del mar por respetar la consigna de "mujeres y niños primero", mientras varios estadounidenses se salvaron por hacer lo contrario.Mientras los ingleses hacían la cola, los yanquis se abrían paso a codazos, sin importar si la víctima era su hermana o su madre. Algo asi como subir a un colectivo en Buenos Aires, aunque con perfume francés en el Titanic.

El hombre que se pone el esmoquin para ahogarse como un caballero existió realmente, lo mismo que quienes se despedían de sus mujeres y se sentaban a fumar, socializar y escuchar a la orquesta. Frente a los botes, otros hacían la cola como un jubilado en el Banco Ciudad o un bonaerense esperando el 98 o el 79 que lo llevará al merecido descanso en el conurbano (la única diferencia es que el Titanic se hundió de una sóla vez y los pasajeros argentinos están condenados de por vida).
Días atrás, en Corrientes y Riobamba, un colectivo 12 arrancó de golpe y dejó a una embarazada flameando como una bandera un día de viento y el hijo, cuando nazca, creerá toda su vida que el vientre materno es una licuadora. En el Titanic, por lo menos habría subido a un bote.

(Publicado en "La columna del editor" de La Razón, de Buenos Aires)

Para no molestar al prójimo

"La técnica interpretativa de James Dean contradice la de cincuenta años de cine. Cada gesto, cada actitud, cada mímica suya es una bofetada a la tradición psicológica. James Dean no "valora" el texto con forzosos sobreentendidos como Edwige Feuilliére, no lo poetiza como Gérard Philipe, no le da un tono astuto como Pierre Fresnay. Al contrario de estos actores que acabo de citar, no se preocupa de dejar claro que entiende perfectamente lo que está recitando o lo que entiende mejor que nosotros. Interpreta otra cosa distinta de lo que dice. Interpreta como de refilón, su mirada no sigue el diálogo, establece una separación entre la separación y la cosa expresada, como si una persona importante, por un sublime pudor, pronunciara palabras fuertes en un tono bajo, excusándose por tener talento, para no molestar al prójimo".

Francois Truffaut 
(Fragmento de "Las películas de mi vida")

19 enero 2009

Mexicanos en la lente de Spencer Tunick

Spencer Tunick anunció en México una nueva exposición fotográfica que se exhibirá en abril y contendrá treinta imágenes de personas, parcial o totalmente desnudas, posando en lugares públicos del DF. "Este proyecto me permitió trabajar a un nivel más íntimo con la ciudad y con la gente", señaló el fotógrafo neoyorquino en el Centro Cultural Tlatelolco, de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Las tomas fueron realizadas en enero. 

Esa fue la segunda vez que Tunick viajó al país azteca a trabajar. Antes, en mayo de 2007, había fotografiado a 18.000 personas desnudas en el Zócalo de la capital mexicana, lo que se convirtió en el mayor desnudo multitudinario de su carrera. En esta oportunidad, unas trescientas personas le contestaron los mails que escribió invitando a los mexicanos a sumarse a una "exploración" o "aventura urbana". El artista eligió a cuarenta, con quienes trabajó en grupos de diez durante cuatro días.

"Chiquito", el perro preso

De él no se ocupan los titulares de los grandes diarios, ni puede competir -en materia de centimil- ni con Obama ni con las vedettes que hacen insufrible la televisión abierta de la Argentina. Sin embargo se trata de un verdadero drama, la historia de vida de un perro. Nos referimos a "Chiquito", el único perro preso en el país, que fue detenido el 9 de enero de 2003 y permanece en cautiverio en la comisaría de Esperanza, Santa Fe, porque mordió a un hombre y le provocó "lesiones leves culposas", según un juez más tarado de lo que se pueda imaginar.

17 enero 2009

Nunca se sabe cuánto durará el dolor


Termino de leer las memorias de Pattie Boyd ("Wonderful today"), la primera esposa de George Harrison (a quien le inspiró el tema "Something"), más tarde mujer de Eric Clapton (que también se inspiró en ella para escribir "Layla"), amiga de los Stones y de quien se les ocurra en aquel mundo legendario, y testigo de algunos de los episodios más sabrosos de la historia del rock. Ya se sabe que casada con George, su amigo Clapton le hizo la corte hasta que finalmente se quedó con ella. 

Siempre se ha hablado de un duelo de guitarras que duró dos horas, pero lo cierto es que a la muerte de Harrison el 29 de noviembre de 2001 (un cáncer de garganta que le hizo metástasis en los pulmones), su rival organizó un concierto de homenaje en el que tocaron Paul McCartney y Ringo Starr (John había sido asesinado 21 años antes, el 8 de diciembre de 1980)

Pattie (a quien puede verse en la película "Anochecer de un día agitado", en cuya filmación conoció a George) recuerda en sus memorias lo que sintió cuando se enteró de la muerte del ex beatle, con quien mantenía una muy buena relación a pesar de la separación. Ella dice:

"Nunca se sabe cuánto durará el dolor, pero creo que lo echaré de menos el resto de mi vida. Compartimos mucho y crecimos espiritualmente juntos, e hicimos un montón de cosas que sólo sabíamos nosotros; y durante muchos años hubo muchas preguntas que necesitaba hacerle y muchas cosas sobre las que quería hablar con él"

Obviamente, añadimos nosotros, no pudo ser.

(En la foto de arriba, Pattie con Harrison y con Clapton)

13 enero 2009

Cada vez que googleás, matás un gatito

Por Humberto Acciarressi

Alex Wissner-Gross es un investigador de Harvard, la universidad que ha dado tantos genios que su mismísimo nombre es garantía de calidad académica. Ahora, por ejemplo, nos enteramos que el científico mencionado ha descubierto que hacer dos búsquedas en Google produce “tanto dióxido de carbono como calentar agua para preparar un café instantáneo”. Dicho en buen criollo, y ahorrando al lector explicaciones muy técnicas, googlear tiene un fuerte impacto en la emisión de gases con efecto invernadero. Los ambientalistas, siempre a la espera de datos que alimenten el apocalipsis a la vuelta de la esquina, están chochos. Sin embargo...

Los datos de mister Alex apuntan a que todos quienes googleamos cotidianamente venimos a constituir una suerte de cofradía de asesinos seriales. Y a partir de ahora, concientes de serlo. Por eso, si usted lector quiere saber si el Moldavia es un río o una enfermedad, si Mozart jugó en la Máquina de River, o si la actriz de “Lo que el viento se llevó” era Vivian Leight o Wanda Nara, pregunte a alguien que sepa. Si googlea dos veces calentará el café (lo que podría ser de suma ayuda), pero si lo hace más de tres matará un gatito. Ni que hablar que con más de diez búsquedas, ya es cómplice de genocidio en masa. La pregunta del millón es para los ambientalistas: ¿dejarán de utilizar los motores de búsqueda de internet? Dificil; muy difícil. Seguirán calentando cafés imaginarios y matando gatitos.

(Publicado en la "La columna del editor" de La Razón, de Buenos Aires)

"Delete" es la tecla mágica


Una tecla, una sola tecla, y desaparece para siempre. Es increible el poder que tiene sobre nosotros esa arbitrariedad ilimitada. "Delete" es la tecla mágica que nos permite tener siempre un as en la manga, una puerta de salida, la ruptura final y definitiva. Todos los días pienso cuándo voy a tocar esa tecla, aunque sé que será sin algarabías ni celebraciones. Tal vez cierta tristeza, pero tampoco puedo asegurarlo. Ultimamente, desde que un terremoto me quebró los cimientos, todo es pasajero, todo está teñido de insustancialidad. "El nombre es arquetipo de la cosa: en las letras de rosa está la rosa, y todo el Nilo en la palabra Nilo", dice Borges en un poema que recuerda el Kratilo de Platón. Su nombre y su sustancia están a un click de la tecla "delete", hacia donde va mi mano cada vez más seguido.

04 enero 2009

El caso de Donald Trumbo y "Espartaco"

Por Humberto Acciarressi

Hace unos días, una amiga bloguera, comentando películas mencionadas por mí, recordaba otras tres. Una de ellas era "Lust for Life" (traducida como "El loco del pelo rojo"), con Kirk Douglas y Anthony Quinn, en la que se cuenta la tragedia de Vincent Van Gogh en varios tramos de su relación con Gauguin. También hacía referencia a "Espartaco", con el propio Douglas. Y finalmente mencionaba la maravillosa "La danza de los vampiros" (la última en la que actuó Sharon Tate antes de ser asesinada por Charles Manson), de Roman Polanski, uno de mis directores de cabecera, el más versátil de toda la historia del cine. 

Brevemente argumento lo señalado: Polanski es el único que hace cine francés como el mejor francés, cine inglés como el mejor inglés (entre varias "Tess", basada en el libro de Thomas Hardy, o "Macbeth"), cine norteamericano como el mejor norteamericano ("Barrio chino" y la obra maestra de terror psicológico "El inquilino", entre otras), y uno de los pocos europeos que tocó un tema latinoamericano con gran genio ("La muerte y la doncella", tomada del libro de Ariel Dorfman y el cuarteto de cuerdas de Franz Schubert). Y eso sin contar, claro, sus primeros trabajos impregnados del aire de su Polonia natal.

Pero lo que queríamos señalar es que, aunque "Espartaco" no es de las películas que me vuelven loco ni mucho menos (si la amiga no la hubiera mencionado no la recordaría), este film de Stanley Kubrick (que comenzó dirigiendo Anthonny Mann, quien luego abandonó el proyecto) marcó el regreso público de uno de los escritores y guionistas perseguidos por el macartismo en los 50: Donald Trumbo. Fue él quien adaptó la novela de Howard Fast. 

Es importante señalar que aunque se sabe que Kubrick quiso atribuírselo, fue la insistencia de Douglas la que permitió que el nombre de uno de los integrantes de la lista negra de los Diez de Hollywood apareciera por primera vez en los créditos. No huelga anotar que Trumbo, en 1957, no había podido asistir a la entrega de los Oscar a recibir el galardón obtenido en el rubro Mejor Guión con "The brave one", que firmó con el seudónimo Robert Rich porque su nombre estaba prohibido.

Casualidad, anuncio y consejos


"Hay algo terrible en la realidad. No sé qué es. Y nadie me lo dice", se desespera Mónica Vitti en "El desierto rojo", película con la que Michelangelo Antonioni dejó el blanco y negro y adoptó el color allá por 1964. Hace un rato fui a mi videoteca y volví a verla, me maravillé nuevamente, a horas de haber hecho otro tanto con la última de Woody Allen, "Vicky Cristina Barcelona", con actuaciones excepcionales de Javier Bardem, Rebecca Hall, Scarlett Johansson y, aunque más brevemente, Penélope Cruz. 

Dos o tres días atrás disfruté con bastante entusiasmo "La mujer sin cabeza", de nuestra compatriota Lucrecia Martel (que nació dos años después de la obra maestra de Antonioni) con la gran actuación de María Onetto. ¿A qué va todo esto? A que curiosamente, no fue buscado, fue casualidad, las tres películas -salvando las distancias- refieren distintos aspectos del universo femenino, lo que me inspiró algo que estoy escribiendo y subiré en breve. 

Mientras tanto, los críticos feroces del cine argentino ( yo soy uno de ellos) vean la película de Martel; los que dicen que Woody está agotado, miren esta nueva muestra de que hay pocos directores que conozcan a las mujeres como él; y los que creen que el mundo nació en los noventa, dense una vuelta por Antonioni, que nunca está de más codearse con la genialidad.

Salinger juega a las escondidas a los 90

Por Humberto Acciarressi

Se dice que escribe siempre, aunque hace cuatro décadas que no publica nada. Ahora, fiel a su costumbre, cumplió noventa años en el misterioso silencio que rodea cada uno de sus actos desde que a comienzos de los ´80 concedió una casi imperceptible entrevista. Greta Garbo de la literatura, Jerome David Salinger es impenetrable hasta en los más mínimos detalles. Poco le importa que su obra ícono, “El guardián en el centeno”, sea objeto de culto de varias generaciones (incluso que haya inspirado los actos del asesino de John Lennon, Mark Chapmann, o que sea el libro de cabecera de Bill Gates).

En 1974, teléfono de por medio, charló con Lacey Fosburgh del “The New York Times”. Fue allí donde dijo aquello de “vivo para escribir, pero escribo para mí mismo y mi propia satisfacción. No publicar me reporta una maravillosa sensación de paz. Publicar es una terrible invasión de mi privacidad”. Su manía de no dar señales de vida (que varias veces dio pie a la idea de su no existencia) no impide que se conozcan muchos aspectos de su biografía. Su intervención en la Segunda Guerra después del ataque japonés a Pearl Harbor; su papel activo en el desembarco aliado en Normandía; su efímera esposa Sylvia, funcionaria nazi de la que se enamoró después de detenerla; coincidió con la publicación de algunos de sus primeros relatos. Hasta que en 1951 apareció “El guardián...”, la novela que narra las peripecias de Holden Caulfield.

“Nueve cuentos” en 1953, “Franny y Zooey” en 1961, y “Levantad, carpinteros, la viga maestra y Seymour: una introducción” de 1963. Después, el silencio más absoluto. Hizo juicios para detener la publicación de biografías (lo que logró apenas a medias, ya que una de ellas, bastante buena, es la de Ian Hamilton), se convirtió en el inspirador de otros escritores, personaje de varias novelas y de alguna que otra película, y no se liberó de homenajes como el de Axl Rose en su álbum “Chinese Democracy”. Así, Salinger llegó a los 90 años en el más rotundo silencio.

Tampoco pudo evitar que tres mujeres hicieran un hueco en su muro. Una de ellas, Betty Eppes, le arrancó algunas frases para un entrecortado reportaje en los 80. Las otras dos fueron más certeras: su ex amante Joyce Maynard, y su hija Margaret “Peggy” Salinger, publicaron un libro cada una. Entre las cosas más leves que contó la “nena”, figura que a su padre le encanta beber su propia orina, que le pegaba a su esposa y que es adicto a la TV basura. Se sospecha, eso sí, que sigue escribiendo.

(Publicado en La Razón, de Buenos Aires)