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13 septiembre 2008

Pavese y el duro oficio de vivir


Por Humberto Acciarressi

"(...) Se necesita humildad, no orgullo. Todo esto da asco. Basta de palabras. Un gesto. No escribiré más". Son las últimas líneas que escribió Cesare Pavese el 18 de agosto de 1950 en el diario que llevó por quince años. En la madrugada del domingo 27del mismo mes, se quitó la vida en la habitación número 346 del Albergo Roma, en Turin. Se dice que en la noche del sábado, el escritor hizo tres llamadas, tres invitaciones a cenar a tres mujeres diferentes. Ninguna aceptó. Cuando encontraron su cuerpo, también advirtieron que había escrito en un ejemplar de sus "Diálogos con Léuco": "Perdono a todos y a todos pido perdón. ¿De acuerdo? No chismorreen demasiado".

Pero no fue lo único que se encontró a su muerte. En su casa, en una descolorida carpeta de color verde que contenía las reflexiones cotidianas del autor en esos tres lustros, había escrito en rojo y azul, poco antes de tomarse el contenido de varios sobres de somníferos: "El oficio de vivir de Cesare Pavese". En estos días se han cumplido cien años de su nacimiento, el 9 de septiembre de 1908. No es ocioso entonces recordar que este escritor desesperado (lo fue toda su vida) y comprometido con su tiempo (fue antifascista militante), fue uno de los más importantes poetas del siglo XX (basta recordar sus libros "Trabajar cansa" y "Vendrá la muerte y tendrá tus ojos") y un excelente prosista ("El diablo sobre las colinas", "La casa en la colina", "El oficio de poeta", etc).

Quienes no lo han hecho todavía, no deben dejar pasar mucho tiempo sin leer a Pavese. Puede empezarse por cualquier lado. Pero a diferencia de otros autores -italiano o no, contemporáneo o no-, sus diarios no deben ser omitidos si se quiere comprender en su dimensión más cabal a un autor que siendo un joven ya se definía como "un maestro en el arte de no gozar". Pero no deben leerse sus anotaciones para comprobar eso, sino para verificar la manera exhaustiva en que quiso romper con ese peso que lo consumía cada vez más. Y sin embargo.

El 16 de agosto de 1950, dos días antes de su última anotación, Pavese escribió: "Mi papel público lo representé como pude. He trabajado, he dado poesía a los hombres, he compartido las penas de muchos". Los tres llamados finales, esas mujeres que esa noche no pudieron o no quisieron cenar con el escritor, dan prueba de que Pavese no se entregaba fácilmente. Trabajar cansa. El se definía como un hombre cansado. Y sin embargo no hubo casi un instante de su vida en que estuviera quieto. Por eso, leyendo su diario puede entenderse su obra. Y una pregunta final: ¿que habría pasado si alguna de esas tres mujeres hubiera aceptado la invitación?.

(Publicado en La Razón, de Buenos Aires)