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12 octubre 2007

Doris Lessing en un escrito de Manguel

Doris Lessing acaba de ganar, merecidamente, el Premio Nobel de Literatura. Mientras preparamos un artículo sobre la autora de "El cuaderno dorado", subimos estas palabras de Alberto Manguel, extraidas de un texto sobre la lectura y los modos de leer. Aquí vamos:


(...)Lo que seguramente cambiará es la idea de los libros como propiedad. La idea del libro como objeto de valor, debido a su contenido, su historia o sus decoraciones, existe desde los tiempos de los rollos, pero recién en el siglo XIV (al menos en Europa) el auge de un público burgués, más allá de los ámbitos de la nobleza y el clero, creó un mercado en el que la posesión de libros pasó a ser señal de nivel social y la producción de libros, un negocio rentable como cualquier otro. Toda una industria moderna surgió para satisfacer esta necesidad comercial, lo cual llevó a Doris Lessing a exhortar así a sus atribulados compañeros de trabajo: Y nunca hace daño repetir, lo más seguido que puedan: "Sin mí la industria literaria no existiría. Los editores, los agentes, los sub-agentes, los sub-sub-agentes, los contadores, los abogados que se ocupan de juicios por difamación, los departamentos de literatura, los profesores universitarios, las tesis, los libros de crítica, los críticos, las páginas de libros -todo este enorme y próspero edificio es obra de esta insignificante persona, tratada con condescendencia, disminuida y mal paga".

Pero en los tiempos de la nueva tecnología, la industria (que no desaparecerá) tendrá que trabajar de otra manera para sobrevivir. Los artículos en Internet, las poesías transmitidas vía módem, los libros copiados en disquete y pasados de un amigo a otro ya empezaron a pasar por alto a editoriales y librerías. ¿Quién cobrará derechos de autor por un texto escaneado en Salamanca, recibido por e-mail en Recife, modificado en Melbourne, ampliado en Ecuador y guardado en un disco blando en San Francisco? ¿Quién es en realidad el autor de ese texto tan diverso? Como los numerosos colaboradores en la construcción de una catedral medieval o en la producción de una película de Hollywood, la nueva industria encontrará, sin duda, maneras de garantizar una ganancia para alguien, iglesia o multinacional. Y la persona insignificante y mal paga de Doris Lessing tal vez deba resignarse a ser más insignificante y peor paga aún (...)"