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11 junio 2007

Fernando Vallejo, cada vez más polémico


Por Humberto Acciarressi

Dice que Borges es un prosista menor, que Cortázar no sabía escribir, que García Márquez tiene una prosa pobrísima y que el mejor escritor de los últimos mil años es nuestro Manuel "Manucho" Mujica Láinez. Decir que no busca la polémica, es casi como sostener que el mundo es cuadrado. Hace unas semanas, renunció a su ciudadanía colombiana y adoptó la mexicana, "harto de la violencia" de su país.

Más delgado que la última vez que nos vimos, hace un par de años, pero con los entusiasmos intactos. Ahora, en plena promoción de "La puta de Babilonia" —un libro en el que vivisecciona a la Iglesia Católica y saca a luz crímenes y pecados documentados por todos los historiadores—, Fernando Vallejo pasó otra vez por Buenos Aires.

La obra tiene, justo es decirlo, esa voz tronante y casi dogmática que el propio escritor critica. Cuando se lo hacemos notar, tiene la sinceridad de reconocerlo: "Es cierto —confía—, por momentos parece un dogmatismo de cuño inverso. Como si fuera un antipapa". La risa que corona la frase, así como la amabilidad que lo caracteriza, permiten que le propongamos no hablar de lo que todos le preguntan por estos días (o sea sus enfrentamientos con la Iglesia, y sí de literatura. Vallejo acepta, pero antes aclara —para sentar un punto de arranque— que "hoy nadie sabe qué es eso de leer". Mientras, que otra cosa pueden hacer un colombiano y un argentino que tomarse un café.

-Suponiendo que tuvieras razón, ¿por qué creés que ocurre eso?
Es que en la actualidad casi nadie puede distinguir quién escribe bien y quién escribe mal. Hay quienes creen que el idioma literario y el coloquial son lo mismo. Por eso, por ejemplo, no se dan cuenta de lo que vale un escritor como Mujica Láinez.

-Es curioso que lo menciones, porque en la Argentina, lamentablemente, hace rato que no se lo lee.
Y eso habla muy mal de los argentinos. Los lectores, porque no lo conocen. Y los escritores, porque no saben escribir. Es pura ignorancia. Pero no te preocupes, que en Colombia pasa lo mismo. Ignoran a "Manucho", el mejor escritor en lengua española de los últimos mil años, y se entusiasman con Cortázar y Bolaño, que no sabían escribir.

-¿Y Borges?
Es, apenas, un prosista menor. Y como poeta no existe. Es puro sonsonete. La,la,lá... la,la,lá... la,la,lá. Otro de los grandes, a quien en España le sucede lo mismo que a Mujica, es Azorín. Ese fue un escritor de verdad.

-¿Y por qué será que nadie lee sus libros, algunos tan actuales como "Confesiones de un pequeño filósofo", o su hermosa biografía de Lope de Vega?
Porque la moda es desconocer a los grandes prosistas. Y además tenemos que el idioma se ha desvirtuado totalmente. A los escritores jóvenes les tocó este adefesio que tenemos hoy. Y por eso les gusta García Márquez, que tiene una prosa pobrísima y sin gracia. ¡Y pensar que en algún momento a Colombia le decían la Atenas sudamericana y tenía presidentes gramáticos!

-Vamos a coincidir en que tus juicios siguen siendo, al menos, escandalosos.
Pero yo desafío a cualquiera que sepa de lo que habla cuando se refiere a la literatura, a que hagamos una polémica pública. Yo les voy a hacer dar cuenta que el idioma está perdido, que ellos escriben mal, que Cervantes era un pésimo prosista, que Borges no conocía los recursos literarios y que, salvo Mujica Láinez y Azorín, casi no hay nadie que se salve.

-¡Pero si decís que hace años que no leés literatura!
Y es la verdad más pura. Trato de no perder tiempo. Por ejemplo, para escribir "La puta de Babilonia" —que es un término de los albigenses—tuve que estar años documentándome, para completar lo que ya sabía por haberlo vivido en carne propia.

-¿Cómo es eso?
Claro. Estudié con los salesianos, de manera que conozco el monstruo desde dentro. Pero, para ser honesto, debía documentarme. Y eso me llevó el tiempo que hubiera perdido leyendo novelitas de mala muerte.

-¿Te arrepentís de algo?
De haber nacido. Pero eso, en todo caso, fue culpa de mi madre. Deberían haberla esterilizado y adiós problemas.

(Publicado en La Razón, de Buenos Aires)