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05 abril 2007

El cuerpo como un lienzo para pintar


En la década del sesenta, en pleno auge del Pop Art y la psicodelia, en el East Village de Nueva York o en el barrio Haight Ashbury de San Francisco, se vieron los primeros cuerpos pintados. O por lo menos masivamente, ya que, como postuló fílmicamente Peter Greenaway en "Escrito en el cuerpo", nada es nuevo en este metier.

Eran tiempos en que los artistas se recomendaban entre sí las manifestaciones relacionadas con las Tres "B": el pintor Jerónimo Bosch dentro de lo fantástico, el poeta William Blake en el marco del misticismo filosófico y el ilustrador Aubrey Beardsley en relación al grafismo de 1900 y el erotismo. Pasados los años de euforia, la aceleración de la historia se metió de lleno en las estéticas y hasta la plástica contestataria se volvió clásica en muy poco tiempo.

De esos tiempos de happening - se discute si los inauguró John Cage en 1952 o Allan Kaprow en 1957 - quedó sin embargo el concepto de la expresión como síntesis sin limitaciones. Entre éstas, el reemplazo de la tela por el cuerpo humano fue una de las innovaciones más llamativas. No huelga recordar estos antecedentes para contextualizar la idea del fotógrafo chileno Robert Edwards, que hace 25 años concibió el proyecto "Cuerpos pintados", del que participaron 45 artistas y se plasmó en un libro editado en los noventa y una muestra que recorrió el mundo.