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29 diciembre 2006

Con una ayudita de mis amigos: Sartori

EL PENAL QUE ATAJO EL CHE A ORILLAS DEL RIO AMAZONAS

Por Luis Sartori

Seis años y medio antes del triunfo de la Revolución cubana, que lo tendría como una de sus figuras y lo convertiría en mito, el Che Guevara atajó un penal a orillas del río Amazonas. Pero no pudo evitar la derrota final. Fue en 1952, en el instante decisivo de un partido de fútbol en Leticia, plena selva, la ciudad más al sur de Colombia. Hasta ahí había llegado con su inseparable amigo el médico argentino Alberto Granado, en su viaje más largo trepando por América latina.Los dos amigos habían aparecido por la zona desde el cercano pueblo del San Pablo peruano, con intención de subir en avión hasta Bogotá. Pero se toparon con un problema habitual en los inicios de los vuelos comerciales y, también, en las actuales épocas de crisis: los aviones a la capital colombiana eran escasos, quincenales. Había que hacer tiempo.

Los dos mochileros venían descubriendo la región. La consigna era sumar kilómetros y experiencias a bajísimo costo, y tuvieron que hacer de todo para subsistir. Convivieron más con las miserias del subcontinente que con sus grandezas. Llegaron a atender en leprosarios. Conocer esas profundidades humanas - y la pobreza onmipresente dondequiera que fueran - marcaron para siempre al Che. Los amigos estuvieron en Leticia entre el 23 de junio y el 2 de julio de 1952. Y en ese tiempo muerto en la Amazonia colombiana, el Che fue arquero de Independiente, un cuadro de existencia y campaña efímeras que estuvo a un tris de la gloria regional.

Guevara, entonces de 24 años, tenía pendientes los exámenes finales de medicina en la UBA. Su compañero, ya recibido, rondaba los 30. Llegaron a Colombia después de haber recorrido Chile y Perú, y haber navegado por accidente el Amazonas, en Brasil. Alma de aventureros, habían subido a una balsa que les facilitaron tras un breve paso como médicos en un leprosario del poblado peruano de San Pablo. En esa barca precaria durmieron alguna noche. En otro barco terminaron en Leticia, sin un peso.

Como era tradición en aquellos lugares y esos tiempos, los albergó y les calmó el hambre la policía del lugar. Igual, los forasteros andaban por el pueblo pidiendo pescado para comer. Y terminaron como técnicos-jugadores de un equipo de agentes de policía y conscriptos del Ejército, a propuesta de un menos trascendente (para la Historia) agente Salamanca. ¿Por qué? Sobre todo porque eran argentinos. Epoca de enormes futbolistas argentinos que jugaban en Colombia, la marca de origen de este lado del Río de la Plata tenía más lustre que la de uruguayos - ya bicampeones del mundo - o brasileños, subcampeones en 1950.

El Independiente del Che y Granado entrenó durante una semana, siempre de tarde, a las órdenes de los argentinos. Un esfuerzo que, de por sí, les aseguraba a los amigos los 150 pesos que cada uno que necesitaban para su pasaje aéreo."Al principio solo pensamos en entrenarlos, para no pasar papelones, pero como nos dimos cuenta de que eran muy malos, nos decidimos también a jugar". Lo escribió el Che en una carta de viaje a su madre, Celia.

Fue aquel un campeonato relámpago, con apenas cinco equipos, y partidos de 15 minutos por tiempo. Algunos jugadores jugaron descalzos. Fuera del rectángulo de juego (donde en 1985 se levantaría una biblioteca), pura selva. Los equipos protagonizaron un desfile por la mañana, del que también participaron varios chiquilines vestidos de camisas claras, y al rato comenzaron los partidos. El juego paró a mediodía, por el calor sofocante. Y siguió entrada la tarde.

A Guevara le gustaba marcar la punta derecha, jugar de 4, como se numeraba entonces. Pero el calor húmedo lo desalentaba a correr, y lo ponía en un aprieto mayúsculo por su asma crónica. Consecuencia: se anotó de arquero.Antes de la hazaña del penal atajado, el Che fue protagonista involuntario de un choque cultural que lo puso bajo la mirada nada amistosa de un militar. A lo lejos se escuchó - en pleno partido - a una banda militar que tocaba el himno de Colombia. Guevara se agachó para asistir a un jugador golpeado, y al instante se le acercó un coronel, que lo reprendió a los gritos por no mantener la postura firme. Al reprendido no le faltaron ganas de reaccionar, pero se contuvo, según contaría después.

En el partido, el arquero se lució. Quienes lo vieron dicen que era arrojado para salir de los tres palos, que se tiraba a los pies de los rivales, y que jugaba adelantado, un estilo que más de una década después destacaría a Hugo Gatti en el fútbol argentino. El equipo llegó a la final en la "cancha popular" de Leticia.Y la final terminó en empate. Entonces, a penales.No habría que exagerar y decir que los 3 mil "leticianos" rodeaban la cancha, expectantes, en el momento supremo de la definición. Pero el suspenso atrajo a una pequeña multitud.

Primer penal: el Che repele el ataque adversario. No hay registros visuales, ni escritos, ni siquiera detalles en la memoria de nadie. O sea, no se sabe si el arquero se arrojó con intrepidez y precisión a derecha o a izquierda, o si sencillamente se quedó donde estaba y la pelota lo buscó.
Segundo penal: el compañero de Guevara también desperdicia su tiro. A otra serie de dos disparos.
Tercer penal: el Che desairado; gol.

Cuarto y decisivo: el artillero de Independiente yerra otra vez. Perdieron.

No hubo intercambio de camisetas, premio al mejor jugador, declaraciones a la prensa, ni replay de las jugadas. Eran otros tiempos.

Tres días después de la honrosa derrota, Guevara y Granado tomaron su avión. En Bogotá, el Che pasó de jugador a hincha y se empachó de buen fútbol: vio en vivo Millonarios, un equipo de estrellas, contra el Real Madrid.

(Publicado en Clarin)