30 marzo 2016

Maduro se preocupa más por TeleSur que por los venezolanos

Maduro y el característico saludo fascista

Por Humberto Acciarressi

Nicolás Maduro, el payaso más patético de la política mundial, ese Kim Jong-un sin ojivas nucleares, sigue hundiendo a Venezuela en ese caos indescriptible que le dejó su "pajarito" de cabecera, Hugo Chávez, a su muerte en marzo del 2013. Este tipo que llegó al poder más por casualidad que por capacidad (y por hacerle el juego sucio a esa bestia prehistórica llamada Diosdado Cabello) no tiene la más remota idea de la diferencia entre la realidad y sus fantasías. Es el mismo ridículo que decía que en su país no se consigue papel higiénico porque la gente come más y va más al baño; en cuyos supermercados se dan números para días posteriores (aunque igual los consumidores no encuentran nada en las góndolas); el que está al frente de la nación con más alto índice de inflación del mundo; el que aplaude cada represión a estudiantes y opositores con gritos de alegría; el que dice que en Venezuela no hay presos políticos. En síntesis, Maduro está condenado a salir del Palacio de Miraflores rumbo a la cárcel o a un psiquiátrico.

Ya cuando el chavismo con otro apelativo fue derrotado en nuestro país (cosa de la que algunos no parecen estar informados), este señor que políticamente es la antítesis de su apellido comenzó con sus ataques al pueblo argentino, tratando de dar lecciones de ¡¡¡democracia!!! Además de los insultos de "el verde" -como lo llamaba Chávez- a nuestras autoridades y a quienes votaron por ellas, son recordadas las histriónicas pavadas de la canciller venezolana Delcy Rodriguez, tan mal asesorada por sus amigos kirchneristas, especialmente por el ex canciller vernáculo Héctor Timerman, el mismo que alentó, fue vocero del golpe y la posterior dictadura militar desde las páginas de su diario "La Tarde". Sólo regímenes como el chavismo y el kirchnerismo pueden tener de ministros a semejantes personajes. No es casual que nuestra actual canciller, Susana Malcorra, les caiga mal a estos sujetos. Tampoco lo es que los propios venezolanos vengan de pegarle una paliza al heredero del militar golpista Hugo Chávez, el de las valijas ambulantes con plata robada a PDVSA para alimentar gobiernos títeres y comprar voluntades para integrar el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, objetivo que no logró.

Los argentinos no olvidamos el caso Antonini Wilson, el "Maletagate", aquel del dinero para financiar la campaña presidencial de Cristina Kirchner, que motivó, entre otras cosas, que el recaudador K Julio De Vido "renunciara" a su asesor Claudio Uberti y otro tanto ocurriera con el vicepresidente de PDVSA, Diego Uzcátegui. Por estas cosas y muchas más, causa gracia que Maduro, en lugar de ocuparse de los serios y ya terminales problemas que tiene con su pueblo, ahora esté preocupado por la lógica salida de la Argentina de ese canal hitleriano TeleSur, especie de "678" chavista. En lugar de mandar a los idiotas que lo secundan a atacar a nuestro gobierno por abandonar ese engendro propagandístico, Maduro (que curiosamente comparó el retiro argentino de TeleSur con los desaparecidos, la misma burrada que hizo nuestra ex presidente con los goles cuando comenzó con el negociado de Fútbol para Todos) debería preguntarse la razón por la cual dos de cada tres venezolanos quiere que abandone el gobierno, o por qué en las calmas celebraciones pascuales la gente le prendía fuego a muñecos con su cara durante lo que en Venezuela se llama la "Combustión de Judas".

(Publicado en el diario "La Razón" de Buenos Aires)