30 septiembre 2015

Salvador Dalí, Federico García Lorca y Pepin Bello, 1924


Una foto del joven Pablo Picasso


Dean Martin lee "La dieta del hombre bebedor"


La muñeca más rara del mundo


La voz de Tarzán, Buenos Aires, 1951


Nadie olvida a los 43 estudiantes mexicanos desaparecidos


En una fotografía cedida por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos se observa a un grupo de representantes del organismo, en una reunión con familiares de los 43 estudiantes desaparecidos. La CIDH calificó, en su segundo día de visita a México, como "muy graves" las desapariciones forzadas, las ejecuciones extrajudiciales o las torturas, y denunció la falta de atención por parte de las autoridades.

Publicidad del Capitán Piluso de la década de 1960


Gerónimo, jefe de los apaches, Estados Unidos 1905


Grand Hotel, 1932


Un Alien vegetariano


Robots nazis


Hiroshima, 10 minutos después de la bomba atómica, 1945


No hay nadie que detenga el delirio del Ken humano


Por Humberto Acciarressi

Se llama Justin Jedlica y alguna vez hemos escrito sobre él. Ya tiene más de treinta años y es una ameba humanoide de esas que justifican preguntarse si la vida humana sobre la Tierra tiene algún sentido. Este sujeto que vive en Nueva York tiene un sólo objetivo en la vida: ser igual al muñeco Ken, el novio de Barbie. Con las neuronas de un hámster en estado vegetativo lleva gastados miles y miles de dólares en más de doscientas operaciones de cirugía estética. Oportunamente, Justin se operó el pecho, los bíceps y tríceps, el abdomen, las nalgas, los labios, la nariz. Abreviemos: casi no le quedó nada sin intervención quirúrgica para parecerse lo mejor posible al juguete. Y ahora la noticia es que quiere volver a las andadas, aunque la verdad es que nunca se fue.

No hace mucho retornó al quirófano para hacerse un cuádruple implante en la espalda ¿El motivo? El Ken de carne y hueso logró que le injertaran alas ya que deseaba parecer un ángel. Lo serio de este asunto es que ninguno de sus amigos ni de su familia le dice que las idioteces que hace ameritan la urgente consulta con un psiquiatra, aunque éste trabaje en el "viejo hospital de los muñecos". Sólo los médicos, antes de cada operación, le advierten que tanta silicona le puede pasar factura a su salud. Nada importa. "Es un precio bajo a pagar a cambio de ser perfecto", dice para completar el diagnóstico del unicelular, que además afirma que no hace ejercicios físicos porque los gimnasios no son lugares glamorosos ¿Te das cuenta? Y uno a veces paga un psicólogo porque no le gusta el chocolate o porque conoció a una chica que no le pasa bolilla.

Supongo -o deseo que sea así- que el caso de este Ken de pacotilla ya sea objeto de estudio de alguien, especialmente de esos que pasan años de su vida intentando calcular a qué velocidad sale despedido el corcho de una botella de sidra. Lo cierto es que Justin ya tendría que haber donado su cuerpo al museo de cera de Madame Tussauds. Aunque yo propondría una larga estancia en el Museo de Ciencias Naturales de Buenos Aires, al lado de los bichos prehistóricos y los pescados del Terciario pegados en las rocas. No quiero ser injusto y olvidar a Dakota Rose, más conocida como Kota Koti, o a la ucraniana Valeria Lukyanova, o a Anastasiya Shpagina, que dejaron parte de su psiquis para parecerse a Barbie o a personajes de animé. Lamentablemente, parece que el mundo tiene una superpoblación de tarados.

(Esta columna fue publicada en el diario La Razón y también podés leerla acá)

Las muñecas muy reales de Elena Kirilenko








El faro del fin del mundo que inspiró la obra de Julio Verne


Por Humberto Acciarressi

Cuando murió en Amiens el 24 de marzo de 1905, Julio Verne dejó sin corregir una novela que su hijo Michael -que lo sobrevivió dos décadas- se encargó de retocar (bastante mal, por cierto) y darla a conocer. Efectivamente, "El faro del fin del mundo" fue publicado en julio de ese año en un volumen rústico y en forma de folletín en una revista de educación de Francia. No hace mucho recordamos en esta misma columna que los libros finales de Verne reflejaron como pocos el pesimismo a ultranza de su autor. Mencionábamos, en ese sentido, obras como "Amo del mundo", "La sorprendente aventura de la Misión Barzac" y "El eterno Adán" De cierta manera, "El faro del fin del mundo" –uno de sus mejores libros- se encuadra en ese estado de ánimo llevado al papel. Como se recuerda, el relato ubica al lector en el extremo sur de la Argentina, donde los tres cuidadores del faro (en realidad dos de ellos son asesinados y uno se salva), con la ayuda de un náufrago, entran en guerra con un puñado de piratas.

La novela de Verne transcurre en un lugar que el escritor francés no conoció salvo por mapas y relatos de navegantes, y luego transformó en un sitio de privilegio de la literatura: la actual Isla de los Estados. Su historia verdadera, riquísima y menos pública, arranca en 1616, cuando los holandeses Jacques Le Maire y Willen Schoutten la descubrieron y el primero la bautizó Staten Land como homenaje a la corona de su país, ya que Staten se denomina el parlamento de los Países Bajos. Esto, por esas cuestiones que nunca se terminan de entender, lo llevó de cabeza al calabozo de un barco, y el marino murió en alta mar, como seguramente le hubiera gustado dados sus antecedentes. Apenas tres años más tarde, el rey de España envió a los hermanos Nodal para constatar el descubrimiento, lo cual como advertirás tiene un insoportable olor a mentira en esos tiempos de piratas.

Desde entonces, decenas de viajeros - entre ellos Luis Piedrabuena - pasaron por las cercanías o desembarcaron en esa especie de lagarto del Atlántico sur; lo denominaron de diferentes maneras; lo hicieron aparecer y desaparecer de los mapas. La isla fue frecuentada por corsarios, naúfragos, pescadores y otros aventureros de alta mar. Naufragios y sangrientas peleas de loberos se pierden en su historia, que era casi desconocida hasta que Verne la ubicó - lo cual resulta paradójico - en el territorio de la ficción. En 1971, una película dirigida por Kevin Billington y protagonizada por Kirk Douglas, Yul Brynner y Fernando Rey, no aportó demasiado a esta historia más rica en las letras y en la vida real que en la pantalla grande. En 1991, la Constitución de la Tierra del Fuego, la Antártida e Islas del Atlántico Sur, declaró a la Isla de los Estados, Isla del Año Nuevo e islotes adyacentes como Reserva Provincial Ecológica, Histórica y Turística. Para concluir diremos que el faro que inspiró la obra de Verne no existe desde fines del siglo XIX. No hace mucho, en el mismo lugar fue levantado otro. Ni éste ni aquel, ubicados en un sitio poco visible, sirvieron demasiado. Por eso, con el correr de los años, en los alrededores se construyeron otros. Más útiles, pero menos famosos.

(Esta columna fue publicada en el diario La Razón y también podés leerla acá)

ANTIGUA FOTO DEL FARO DE LA ISLA DE LOS ESTADOS. SIN FECHA.

29 septiembre 2015

Te doy un beso si te sacás la bufanda


Luna de sangre


Te espero abajo


Fases de la Luna en un dibujo de Galileo Galilei


Calle Belgrano al 300, en 1887


Son Dong, la cueva más grande del mundo


Encontrada de casualidad en 1991 en el Parque 
Nacional Phon Nha-Ke Ban (Vietnam), los 
lugareños bautizaron la cueva como “Son Dong“. 
Recién en 2009 varios científicos británicos encabezados 
por Howard Limbert bajaron a la cueva y vieron que allí 
dentro hay lo que podría llamarse un mundo nuevo, con 
más de cinco kilómetros de profundidad y 
150 metros de ancho. Después de estudiar el lugar, anunciaron 
que Son Doong es la cueva más grande del mundo.






25 septiembre 2015

Los escritores y sus perros

ALBERTO MORAVIA

TRUMAN CAPOTE Y SU PERRO "CHARLIE"

CLARICE LISPECTOR

ARTHUR CONAN DOYLE

CHARLES DICKENS Y SU PERRO "TURK"

EDWARD DOCTOROW NADANDO CON SU PERRO "BECKY"

WILLIAM FAULKNER

FERNANDO VALLEJO

FRANCOISE SAGAN

MICHEL HOUELLEBECQ

J.D.SALINGER

JOHN CHEEVER CON "FLORA"

JUAN CARLOS ONETTI

KURT VONNEGUT

MARK TWAIN Y SU SAN BERNARDO

PABLO NERUDA Y UNO DE SUS PERROS, EN ISLA NEGRA

LEONARDO PADURA

BENITO PEREZ GALDOS

STEPHEN ZEIWG

STEPHEN KING Y SU PERRO "MARLOWE"

VIRGINIA WOOLF

JOHN STEINBECK