02 agosto 2015

Alejandro Sirio, un artista que parece una leyenda urbana


Por Humberto Acciarressi

Hace muchos años, me enteré de su existencia gracias a un rarísimo libro de la vieja editorial Kraft que tuve la suerte de comprar en una de las tantas librerías de viejo que siempre aportan lo mejor de las buenas bibliotecas. La obra, típica de la legendaria casa editora, data de noviembre de 1948, se titula "De Paris a Montparnase", es un ejemplar numerado y fuera de comercio, y su autor, Alejandro Sirio, la sobrevivió apenas un lustro, ya que murió el 6 de mayo de 1953. Cuando me topé con los 3.000 dibujos y viñetas del volumen, me dejé llevar por mis obsesiones y traté de averiguar todo lo que pudiera sobre este artista que - lo supe más tarde- había caído en el olvido más rotundo. Para que se tenga una idea, desde una exposición en Witcomb en 1931 hasta otra que organizó el Museo Larreta en 1987, casi no existió para nadie. Ni siquiera para sus colegas. Incluso se llegó a dudar de su existencia. Hace menos de una década, muchos de sus trabajos llegaron al Museo Nacional de Bellas Artes. Y de allí en más, la nada.

Alejandro Sirio arribó a la Argentina en tiempos del primer Centenario, en la tercera clase de un barco zarpado de su España natal. En esa época, aún venía gente a la Argentina para "hacerse la América". En este caso se trataba de un muchacho de 18 o 19 años, llamado Nicanor Alvarez Díaz --nombre poco propicio para el arte--, que traía un capital escueto, casi lastimoso: un traje, dos camisas y cincuenta pesetas. Se sabe que en su patria española había publicado algún cuento, pero en Buenos Aires sobrevivió como dependiente de una zapatería y cajero en varios comercios. Aunque no había estudiado dibujo, un día se puso a realizar un cartel para un cine de Belgrano. Se ignora si lo hizo por las suyas o si se lo pidieron. Parece que se entusiasmó tanto, que enseguida realizó unas viñetas para la revista El Sarmiento, de José María Ramos Mejía.

Uno detrás de otro le llegan los encargos, como las ilustraciones que le pidieron para Caras y Caretas. Su encuentro con la fama, sin embargo, se produjo cuando --luego de una suerte de comedia de enredos-- recaló en la redacción de La Nación, donde comenzó a firmar sus trabajos como Alejandro Sirio (que ya había utilizado en sus pagos de Oviedo para dar a conocer unos cuentos). Las cuatro décadas que pasó en el diario de los Mitre y su trabajo en la revista Plus Ultra (que encuentra a un Sirio en su mejor forma, casi en su madurez definitiva), lo convirtieron en uno de los artistas más destacados en su rubro. Pero el español no se contentó con diarios y revistas, y encaró otras actividades que fueron desde la ilustración de "La gloria de don Ramiro" de Enrique Larreta, hasta dibujos de la Europa de entreguerras, que hoy están desperdigados o directamente perdidos. Se saben muy pocas cosas sobre este singular ilustrador, y gracias al libro que mencioné al comienzo -que ahora tengo delante mío- conocemos el poema que le dedicó Leopoldo Lugones con el título "Soneto siriométrico a Alejandro Sirio", además de otros de Rega Molina, Leopoldo Marechal o Mujica Láinez.. La web, salvo excepciones, también tiene una deuda con este artista que es casi una leyenda urbana. Si algo pudimos aportar nos damos por conformes.

(Esta columna fue publicada en el diario La Razón y también podés leerla acá)