05 julio 2015

El porno y el posporno, o la estupidez disfrazada de arte


Por Humberto Acciarressi

El rector de la UBA, Alberto Barbieri, aclaró que la muestra pornográfica en uno de los pasillos de la Facultad de Ciencias Sociales no fue autorizada. El decano de la casa de estudios, el kirchnerista Glenn Potolski, defendió la performance de la discordia, aunque dijo lamentar "si se hirió alguna sensibilidad al haberse desarrollado una parte de la actividad fuera del espacio inicialmente asignado". Es decir, un aula en el sótano de la sede universitaria, en donde la Carrera de las Ciencias de la Comunicación lleva a cabo sus actividades. Por su lado, el Centro de Estudiantes sostiene -con bastante buen criterio- que todo fue una acción del kirchnerismo para "desprestigiar a la izquierda", y denunciaron que las escenas de sexo grupal y sadomasoquista entre cinco personas se realizaron sobre las mesas de las agrupaciones estudiantiles y "los actores porno" rompieron escritorios, afiches y volantes con denuncias contra las autoridades.

Como era de esperar, todo el mundo - en sus máximas cajas de resonancia, que son las redes sociales y la televisión- salieron a dar su opinión al respecto, y quedó bien claro que las aguas están bastante divididas. Es verdad que la actividad, susceptible de haber sido vista por menores y gente que no tenía ningún deseo de hacerlo, en la Argentina está penada por la ley. También lo es que el posporno (término que define una actividad pornográfica que pretende, según las feministas, enfrentar el porno tradicional, en el que la mujer es un objeto sumiso), tuvo sus inicios en España y que en nuestro país ya tiene antecedentes en espacios cerrados o alternativos. Lo malo de todo este asunto es que el enfoque que se le da al tema es únicamente moral. De arte ni hablar.

En el juicio que le costó la fama, los bienes y dos años fatales en la cárcel de Reading, cuando uno de los jueces le preguntó a Oscar Wilde si una carta de su amante Alfred Douglas era "inmoral", el satírico inglés no pudo con su genio y contestó: "Peor que eso. Está mal escrita". Soy consciente de que no estamos en tiempos en los que ni alumnos, ni profesores, ni decanos, ni opinadores tienen por qué conocer los detalles de aquel juicio de tiempos victorianos. Pero según lo que decían los flyers que publicitaron la creación extracurricular titulada "Miércoles de placer" (que misteriosamente desaparecieron), debemos suponer que tuvo una intención estética. La escritora Daniela Pasik, apenas para dar un ejemplo, sostuvo que la performance cumplió con su cometido, que era provocar. Lamento informarle que todo arte verdadero es provocativo. Y, si se quiere jugar con sadomasoquismos varios y diversas sexualidades, basta leer los libros del Marqués de Sade o los de Leopold von Sacher-Masoch. El posporno es tan berreta como la pornografía tradicional. Si quieren jugar a la contracultura dejen el arte de lado. No les sale bien a quienes montaron ese "espectáculo". Y, nunca mejor, enfatizo las comillas.

(Esta columna fue publicada en el diario La Razón y también podés leerla acá)