08 abril 2015

La historia del que vendió un Banksy y el piola que lo compró


Por Humberto Acciarressi

El arte callejero no tiene, todavía, el lugar que se merece en el mercado. Para esto hay una explicación: es más fácil vender un óleo que una pared, e incluso a los coleccionistas les resulta más cómodo ubicar en su living un cuadro tradicional -por más grande que sea- que un puente semiderruido, con sus trozos de cemente e hierro. Sin embargo, el icónico y misterioso Banksy es uno de los pocos cuyas obras han llegado a las galerías de arte y sus obras se venden por cifras que se balancean entre los 250 y los 500 mil dólares, y en ocasiones llegan al millón. En verdad, es poco lo que puede decirse de este arista misterioso que esconde su identidad a la prensa general, aunque hay quienes dicen que podría llamarse Robert Banks o Robin Banks ("robbing banks" es "robando bancos" en inglés, por lo cual no sería extraña una broma mayúscula).

A este singular personaje lo conocen muy pocas personas. Simon Hattenstone, del Guardian Unlimited, le hizo un reportaje y lo describió como "una mezcla entre Jimmy Nail y el rapero inglés Mike Skinner". Banksy ronda los 40 años y su representante es Steve Lazarides, y una de sus primeras incursiones en el mercado del arte fue cuando el dueño de una casa inglesa vendió una pintura del artista estampada en una de las paredes exteriores en 300 mil euros. Mientras, el misterioso tipo edita libros; le vende obras a Brad Pitt; lo llaman un "Robin Hood al revés", ya que pinta para los pobres y subasta sus cuadros entre los ricos; pero sólo unos pocos conocen su cara. En ese marco, hubiera sido muy difícil que Rabea Darduna, cuya casa en la Franja de Gaza resultó totalmente destruida y en lo único que quedó en pie -una puerta- había un cuadro de Banksy, no la vendiera por 175 dólares. Para el pobre hombre, en medio de su tragedia, eso fue una fortuna.

Ahora, ya enterado que vendió una pieza que ronda el medio millón de dólares por un puñado de shekels, quiere recuperar lo que largó. Drama sobre drama, hay que decirle que tarde pió. Ni él, ni su mujer, ni sus seis hijos, saben que el graffiti representa a la diosa griega Niobe, con la cabeza apoyada sobre su mano. "No tenía ni idea del valor del dibujo o quién es este Banksy", anda comentando frustrado por medios escritos, radiales y televisivos. Mientras, el comprador de la obra del artista inglés, un tal Belal Khaled ( se trata de un graffitero palestino), se limita a decir que él no quiso engañar a nadie. "Compré la puerta para preservar el dibujo de la destrucción. No pienso venderla. Estudio ofertas para exhibirla en galerías internacionales y así mostrar el sufrimiento de Gaza". Como ya te diste cuenta, este ñato le corre una carrera a una liebre y a los diez metros ya la metió en una olla y se la comió.

(Esta columna fue publicada en el diario La Razón y también podés leerla acá)