15 abril 2014

Un clásico de Couperin en la Catedral Anglicana

Por Humberto Acciarressi

El clavecinista, compositor y organista francés Francois Couperin fue, junto a Jean Philippe Rameau, uno de los más importantes exponente del barroco peninsular. Nació, vivió y murió en Paris entre y durante 1668 y 1733, y era llamado Couperin el Grande para distinguirlo de otros miembros de su familia, pródiga en músicos desde sus antepasados hasta sus descendientes. Autor de numerosas piezas, muchas de ellas clásicas del género, hacia 1714 compuso -se presume que para las monjas de la Abadía de Longchamp -las "Lecons de ténébres" (Lecciones de tinieblas), una de sus veinticinco obras sacras. De estilo rococó (esa reacción dentro del Barroco contra la exageración), las "lecciones" fueron escritas para dos voces y contínuo.

Este miércoles, en la Catedral Anglicana San Juan Bautista (25 de Mayo 276), a las 20.30 con entrada libre y gratuita, interpretarán la pieza la soprano Graciela Oddone y la mezzosoprano Susanna Moncayo, acompañadas con el trío de clave, laúd y viola da gamba compuesto por Heléne Dauphin y Hernán Cuadrado, sumados al laudista y director checoslovaco Igor Herzog. Este último, una autoridad en la materia, dice al respecto: "El oficio de tinieblas, parte de la celebración de la Semana Santa, tiene su origen en el siglo VIII. Originalmente tenía lugar en la madrugada de los días jueves, viernes y sábado, consistiendo en declamación con forma de canto llano de las lamentaciones del profeta Jeremías, referidas a la destrucción del templo por las tropas del rey Nabucodonosor".

En la presentación de este miércoles se respetará el formato clásico de las interpretaciones. Con la sola iluminación de las velas, éstas se van apagando mientras avanza la obra, hasta evocar las tinieblas aludidas en el título. El propio director recuerda que los cirios se extinguían en un candelabro de quince velas, que representaban a los once discípulos fieles, las tres Marías y Cristo. "Este factor visual -expresa Herzog- contribuyó seguramente a la creciente popularidad del evento, al punto que en el siglo XIV se dio paso a la celebración en horario vespertino del día anterior para facilitar la concurrencia de público". Y añadimos nosotros: aquel fenómeno musical y lumínico que se podía contemplar hace varios siglos, ahora es lo que podrán presenciar los espectadores este miércoles en la Catedral Anglicana.

(Esta columna fue publicada en el diario La Razón y también podés leerla acá)