28 febrero 2014

Poner su música, el homenaje a Paco de Lucía


Por Humberto Acciarressi

Manuel Serrapí Sánchez, conocido como El Niño Ricardo, y Sabicas, nacido como Agustín Castellón Campos, le dieron las armas para transformar la guitarra flamenca en un instrumento al servicio de la poesía más pura. El, por su lado, con su vigor y su ritmo, llevó la música de los gitanos a todo el planeta, y quizás haya sido quien más ayudó a convertirla en un estandarte de la cultura de raigambre española. Pero además, Paco de Lucía - que acaba de morir mientras jugaba al fútbol con su hijo, con lo cual provoca un luto inconmensurable en el ámbito de la música- no se limitó a trabajar dentro de las fronteras del flamenco. Muy por el contrario, fue mucho más allá, internándose en el universo del jazz, de otros géneros populares, y de la llamada música académica (de Albéniz a Falla, pasando por Joaquín Rodrigo y otras decenas de compositores).

Siempre discreto, con una humildad a prueba de medios masivos y de programas estridentes, Francisco Sánchez Gómez fue un apasionado de la guitarra desde su infancia en Cádiz, más concretamente en la andaluza Algeciras, que fue donde, con apenas doce años, comenzó a subirse a los "tablaos" del flamenco para ser estrepitosamente aplaudido. Alguna vez circuló el chimento que su padre, para hacerlo ensayar muchas horas por día, lo ataba a la pata de la cama. El propio Paco de Lucía se encargó de desmentir esa barbaridad, aunque reconoció que se sacaba callos y sangre de los dedos con largas tiradas de prácticas diarias. "Los gitanos son mejores porque escuchan la música desde que nacen. Si no hubiese nacido en la casa de mi padre, yo no sería nadie", aclaró aún más en un libro de memorias.

Tomatito, al enterarse de la muerte del propulsor internacional del flamenco, twitteó "Hoy no hay palabras...". Quizá sea quien mejor resumió el sentir de sus colegas, con quienes nunca tuvo un problema. Y esto tiene más mérito si tenemos en cuenta que Paco de Lucía grabó por lo menos 34 muy variados discos (incluyendo la "Antología" de tres volúmenes), además de unos trece álbumes en los que compartió su música con artistas de la talla de Chick Corea, Al Di Meola, John McLaughlin, Djavan, Juan Manuel Cañizares, Enrique de Melchor, Bryan Adams, por mencionar apenas algunos y un poco al voleo. Y eso sin contar sus encuentros mágicos con el gran Camarón de la Isla, columna vertebral del Cante Jondo, con quien grabó no menos de diez discos.

Hace unos pocos meses, Paco de Lucía decía en un reportaje que "la línea musical es muy delgada entre la técnica y el corazón". Y agregaba que "estudiar exhaustivamente armonía, intelectualizar la música no es recomendable", mientras sugería que hay que conocerla, "pero también tener en cuenta el matiz, estar con el instrumento, disfrutarlo y desafiarse uno mismo". Mencionar los múltiples premios que obtuvo, incluyendo el Príncipe de Asturias a las Artes, es apenas un dato. Ahora, su muerte deja un vacío tremendo en el mundo de la música en general y del flamenco en particular. Escuchar y seguir emocionándose con su obra, es sin dudas el mejor homenaje que se le puede hacer. Como a cualquier artista mayúsculo.

(Esta columna fue publicada en el diario La Razón y también podés leerla acá)