15 enero 2014

A cuatro años del terremoto de Haití


Por Humberto Acciarressi

"Pisamos los escombros de nuestras soledades", escribió el poeta haitiano Jacques Roumain. Acaban de cumplirse cuatro años del terremoto que dejó un saldo -nunca exacto, pero se estima que el número queda corto- de 220 mil muertos, más de 500 mil heridos y mutilados, y un millón de personas sin techo. Se trató de una de las tragedias humanitarias y socio-económicas más tremendas de la historia de América latina y el Caribe. Y que fue a ocurrir en uno de los países más empobrecidos del mundo y con las peores tasas en materia de desarrollo humano. En ese marco infernal que ni Dante se atrevió a soñar, Haití -más que nunca- necesitó de la ayuda internacional. Y en dicho contexto se desarrolló la labor de Médicos del Mundo.

No es una tarea fácil ni mucho menos. Lo que en los países desarrollados dura unos meses, en naciones como Haití demanda decenas de años. Pero, como escribió otro poeta haitiano, Jacques Viau, sus desgraciados habitantes pueden decir: "Hemos ido acumulando corazones en nuestro corazón, palabras en nuestra voz quebrada por azadones". Mientras a cuatro años aún no se removió ni el 20% de los 10 millones de metros cúbicos de escombros, no se reconstruyeron rutas, puentes y servicios básicos como tendidos de agua y luz, Médicos del Mundo combatió con bastante éxito las epidemias de cólera, malaria y fiebre tifoidea, fortaleciendo las redes de atención primaria de la salud.

La organización atendió exitosamente a 150 mil personas, formó 450 agentes de salud locales, creó en Leogane centros sanitarios de media y alta complejidad, por mencionar apenas algunos de sus trabajosos logros en estos cuatro años en los cuales se incrementó el deterioro de la población. El presidente de Médicos del Mundo, Gonzalo Basile, sostuvo, en un nuevo aniversario de la tragedia, que "la reconstrucción de Haití es lenta, aún injusta, muy trabajosa. No podemos ni ser indiferentes ni olvidar que Haití nos necesita aún hoy". Hay países que parecen condenados. Para colmo, en los años posteriores al terremoto, la patria de Toussaint Louverture sufrió los efectos de la tormenta tropical Isaac y del huracán Sandy: Y así y todo nadie baja los brazos. Claro: todavía hay mucho dinero del mundo desarrollado que debería llegar a ese desdichado país antillano.

(Esta columna fue publicada en el diario La Razón y también podés leerla acá)