27 marzo 2013

Seedorf recibió una roja por hacerse el piola

Por Humberto Acciarressi

Clarence Seedorf, que en unos días cumplirá 37 años, nació en Surinam, aunque su carrera profesional comenzó en el Ajax holandés. Más tarde, el futbolista pasó a la Sampdoria, luego al Real Madrid y volvió a los pagos italianos contratado por el Inter. De los nerazurros pasó al Milán, donde continuó durante casi una década una carrera brillante. Pelé, por entonces, lo ubicó en su listado personal de los cien mejores jugadores de todos los tiempos. De los rossoneros saltó el Atlántico contratado por el Botafogo brasilero.

En medio de esa campaña envidiable sumó títulos locales, europeos e internacionales. Asimismo, Seedorf defendió la camiseta nacional de Holanda en 70 oportunidades, y él mismo desistió de seguir haciéndolo cuando Van Basten lo llamó en el 2008. Entre tantas otras cosas, el futbolista se destacó por su buen comportamiento en la cancha: en más de 800 partidos oficiales, sólo había sido expulsado una vez, en el 2006, en un partido del Milan contra Messina. Hasta ahora...

El otro día, cuando el Botafogo derrotó a Madureira por 2 a 1, Seedorf sufrió una de las expulsiones más bobas de los últimos tiempos. Se jugaban los últimos minutos cuando el DT de Botafogo resolvió hacer un cambio. Le tocó salir al holandés. Clarence comenzó a caminar rumbo al banco de suplentes atravesando toda la cancha. De acuerdo a lo que se ve en las imágenes, el árbitro le indicó que fuera por otro lado (estaba a menos de dos metros de la línea de cal).

Allí comenzó una discusión (o eso pareció), que culminó cuando el "pito" le mostró la tarjeta amarilla. Así, sin reclamar más nada, Seedorf comenzó una carrerita por el mismo sitio de antes, sin salir por donde le indicaba claramente el referí. Este se hartó, lo corrió y le mostró la segunda amarilla, y consecuentemente la roja. Con Seedorf sentado en el banco, sus compañeros siguieron quejándose. Al final del partido, cara a cara con el referí, le dijo con cara de perro mojado: "Yo no entendí nada" y se señalaba la boca. En un perfecto portugués. Un chanta.

(Publicado en la columna "El click del editor", de La Razón, de Buenos Aires)