12 marzo 2013

Pobre angelito que es este Demonio

Por Humberto Acciarressi

Que muchos payasos sean padres no significa, necesariamente, que todos los padres puedan darse el lujo de ser unos payasos. Y mucho menos convertir a sus hijos en víctimas de todas las bromas habidas y por haber en el futuro. Se conoce el caso de los ferroviarios que viajaban de la Argentina al Uruguay para bautizar a sus hijos con nombres como Tercer Riel, Furgón de Cola o Rosario Norte, y ni hablar de los anarquistas que a principios del siglo XX se entretenían con apelativos como Libertad, Igualdad o Fraternidad. Lo peor es que para estas bestialidades, hay peleas que duran los nueve meses de un embarazo.

Así como en la Argentina hay una nómina de nombres prohibidos (Pie, Perón, Hitler, Bastardo, Horrible, etc), en Islandia hay una lista de nombres entre los que los padres pueden elegir. Caso contrario deben pedir permiso a un comité especial. En Alemania acaba de prohibirse a una pareja ponerle a su bebé Osama Bin Laden, y recién después de un juicio se autorizó a otra a bautizar como Berlín a un nene. Mientras, en Nueva Zelanda fue negado 4Real "porque los nombres no pueden empezar con números". Sí consiguió el permiso de un juez para cambiarse el nombre, una joven llamada Talula Does The Hula From Hawai, lo que en español significa Talula baila hula-hula de Hawai.

En Japón, en 1993, no se permitió a una familia poner Akuma (Demonio) a su hijo. Y lo bien que hicieron. En Estados Unidos, donde son más permisivos, en los censos del siglo XIX se verifican nombres como Juicio del Rey, Caída Noble o Plaga de Cólera. Y un estudioso del tema señaló: "En total encontré 20 personas que se llamaban Nombre, 458 que se llamaban Coma y 18 Punto, pero sólo una que se llamaba Punto y Coma".

La explicación que dan los investigadores es que algunos papás desean que sus hijos sean especiales, únicos, evidentemente a cualquier precio. Personalmente creo que la explicación es mucho más sencilla y más cercana a la psiquiatría que a la sociología. Pero yo soy Nadie.

(Publicado en la columna "El click del editor", de La Razón, de Buenos Aires)