01 febrero 2013

Periodistas a la sombra del poder


Por Humberto Acciarressi

Todo comenzó (al decir de un veterano dirigente e intelectual peronista) cuando Néstor Kirchner y su esposa comenzaron su pelea con el diario que inventó al santacruceño, o mejor dicho, que lo sacó del papel de segundón que fue siempre en la política argentina y ayudó a crear su fantasiosa biografía. Desde entonces,  los chupamedias del poder (los payasos comandados en "6,7,8" por Orlando Barone, ex procesista, ex menemista furioso, ex La Nación, ex Clarín, y siempre acomodaticio; el yuppie seudo progresista Daniel Tognetti; los sirvientes -no los trabajadores de prensa- que se desempeñan en Tiempo Argentino, Página 12, El Argentino, en los medios adictos, e incluso en los opositores) fueron modelando una nube de ilustres ignorantes en el gremio de prensa, con muy escasa formación cultural, emergentes de cuarto orden de una generación educada en dictadura y formada durante el menemismo.

En general, estos periodistas son personas de mediana edad que no vivieron las luchas contra los militares, ni los juicios a las Juntas de Comandantes, ni los indultos de Carlos Menem y sus gobernadores (entre ellos el entusiasta Néstor Kirchner) y que jamás estuvieron en una ronda de las Madres de Plaza de Mayo. Pero hablan de eso como si hubieran estado allí, mientras mentan pestes de militantes sociales y les prodigan loas a dirigentes ultraliberales como Amado Boudou. Es decir, burguesitos hechos a imagen y semejanza de ese triste y patético modelo santacruceño, cuyo mayor contacto con el peligro fue bajar un cuadro cuando ya ni siquiera existía el ejército (desaparecido luego del crimen del soldado Carrasco) al que perteneció el genocida Jorge Rafael Videla .

Lo más curioso es que estos tontos se enojan cuando uno opina -con argumentos ideológicos- que la sucesión de gobiernos kirchneristas profundizaron la entrega del país a los capitales amigos. No importa que sean Telefónica,  la Barrick Gold, Edesur,  Spolsky, Vila, Manzano, Cristobal López o los mismos funcionarios que siguiendo el ejemplo del "maestro" en el 2001, se llevan los dólares al exterior luego de comprarse sus aristocráticos departamentos en Puerto Madero. Alejandro Dolina -ex menemista iracundo, enemigo en la década del 90 del peronismo opositor al riojano- mantiene su programa desde hace 25 años con la pauta oficial y las remesas del estado. Este sujeto que no tiene autoridad para hablar de nadie, sostiene que por primera vez en la historia un gobierno tiene a los capitales en contra (aunque sospechando que se le va la mano, añade más tarde que tal vez sea el segundo).

No hablemos de Víctor Hugo Morales, el ex cómplice de la dictadura uruguaya, el mismo que hace apenas cuatro años decía cosas tremendas contra Néstor Kirchner. Un verdadero mamarracho: el típico nuevo militante que defiende al ex ultra menemista Julio Alak, que aplaudió los indultos a los genocidas durante la década del 90 ¿Saben que es lo peor? Que estos sirvientes mediáticos y los bobos desconocidos del gremio de prensa (que no saben distinguir "periodismo" de "propaganda") se creen que tienen la sartén por el mango. Y acusan a los que les vienen por izquierda, de la misma forma que lo hacía la Triple A en la década del setenta, aunque momentáneamente sin balas (si con gran represión de la protesta social). Por ahora (Sandra Russo es una de ellas) con epítetos como troskos, "sirvientes de la sinarquía", "izquierda funcional a los medios hegemónicos", etc.

Chicos: hasta la revolución rusa se vino abajo. Y se la puede acusar, con perspectiva histórica, de cualquier cosa menos de burguesa. Día más, día menos, el kirchnerismo se terminará. Y ya no estarán al calor del poder, igual que dejaron de estarlo los periodistas como Barone que se escudaban en el gobierno militar, que también les prometía décadas y décadas de hegemonía. José Saramago dijo en alguna oportunidad: "Las victorias y las derrotas tienen algo en común: no son definitivas". El acuerdo económico Macri-Kirchner -de largo aliento hacia atrás y hacia adelante- permite asegurar que los periodistas (o propagandistas) kirchneristas se miran en un espejo que distorsiona. Muchachos, ustedes son unos reaccionarios. Y el tiempo se los va a estampar en la frente.