23 noviembre 2012

La curiosa historia del hombre jirafa y su filantropía


Por Humberto Acciarressi

Del escocés Armstrong Baillie se dicen muchas cosas. La más persistente es que está rematadamente loco. Una variante menos dura sostiene que es "un simpático lunático". Ya es famoso en las redes sociales de Gran Bretaña, especialmente de Escocia, en dónde se hace mucho hincapié en que el sujeto de 32 años está desempleado. Pero lo que amerita los peores epítetos es que anda por las calles vestido de jirafa. Por cierto: tiene esposa e hija.

Un hombre vestido de jirafa (o perro, o elefante, o vaca pampeana, o dinosaurio) ya es de por sí bastante llamativo. Pero lo más curioso de Armstrong es que anda por la vida haciendo acciones de bien. Es una jirafa filantrópica de la que María Elena Walsh hubiera sacado buen partido. En ciudades como Edimburgo, Stonechaven e Aberdeen se lo ha visto ejerciendo su generosidad sin límites. Por ejemplo, reparte bananas y agua entre los participantes de un maratón, limpia toda la playa de Portobello, distribuye bonos para madres.

Armstrong, al ser consultado y sin salir de su ridículo disfraz, confiesa que anda por la vida ejerciendo la generosidad porque le hace bien a su salud. Su esposa y su hija no opinan al respecto y no se ha podido dar con la madre, creadora del traje. Es conmovedor cuando cuenta el por qué una jirafa: "Me inspiré -evoca- al ver a un hombre disfrazado de gorila tocando la batería". Como ya habrás advertido, el sujeto no hace nada en defensa de su salud mental.

No hace mucho, mientras repartía café gratis a los transeúntes, sostuvo que a la gente le gusta ser servida por una jirafa, lo cual lo pone en los umbrales de un estudio más serio. A veces, luego de limpiar jaulas en hogares de rescate de perros y gatos callejeros, hace dedo para irse a otra ciudad. Siempre verifica que sea un descapotable, ya que su cuello de jirafa no le permite otra cosa. Y en un reportaje ha dicho: "En el fondo soy como ella: siempre con la cabeza en las nubes". De la opción inicial, me inclino por "un simpático lunático".

(Publicado en la columna "El click del editor", de La Razón, de Buenos Aires)