05 julio 2012

El profeta del fin del mundo es un charlatán


Por Humberto Acciarressi

Seguramente recordás su nombre. Aunque no debería ser así, ya que lo que anunciaba era más importante que cómo se llamaba. Efectivamente, entre Harold Camping y el fin del mundo que se cansó de vaticinar, es difícil que alguien retenga el nombre del "profeta". Sin embargo, hasta el momento -lo cual es obvio- las cuatro veces que anunció el fenómeno apocalíptico se tuvo que comer cargadas, insultos, burlas y hasta una paliza de alguien que se consideró "perjudicado" por sus vaticinios hasta el momento errados. Solamente en 2011, este descarado falló al decir que la fecha del apocalipsis sería el 21 de mayo y, posteriormente, el 21 de octubre. Pero la gente quiere creer en algo, así sea una barrabasada sin título.

Si alguien les cuenta que se le está quemando la casa, seguro que no le dan bola; pero el tipo les anuncia con bombos y platillos que una tormenta de meteoritos destruirán el planeta y eso basta para que lo inviten a comer o le presten plata. Lo más raro es que la gente le pagaba por hacer esos anuncios. Si llega el fin del mundo, ¿para qué podría querer el dinero el tal Harold? Vas a salir convertido en papilla al cosmos y aceptás plata de miles de personas para engordar tu cuenta bancaria, cuyo número ponés en la web. Un vivillo. Ahora se llamó a silencio y sus seguidores siguen insistiendo, lo cual prueba hasta el hartazgo que la culpa no es del chancho, sino de quien le da de comer. Y éste cerdo, les garanto que come muy bien.

"Nos damos cuenta de que mucha gente está esperando que se conozca la fecha del regreso de Cristo", escribió hace poco en su página web. "Humildemente reconozco que estábamos equivocados acerca de ese momento", escribió el mismo chanta que antes respondía: "Sólo si la Bibia está errada yo podría estarlo. Y realmente no creo ninguna de esas dos cosas". Un enfermo mental que ahora anda escondido y al que le quedan -se asegura- un puñadito de fieles y muchos dólares en su cuenta bancaria para pregonar la fe... en el dinero.

(Publicado en la columna "El click del editor", de La Razón, de Buenos Aires)