12 junio 2012

Cameron se emborracha y se olvida a la hija

Por Humberto Acciarressi

Para quien no lo sepa, y a pesar de la decorativa reina, el que corta el bacalao en el Reino Unido es el primer ministro. Es el jefe de gobierno, selecciona el Consejo de Ministros de la corona inglesa y tiene a su cargo los menjunges varios que hacen a la política nacional e internacional. Desde mayo del 2010, el cargo lo ocupa el ultraconservador David Cameron, ese lampiño de ojos de huevo, primo de la reina, presumido, con aires de grandeza y mucho sentido del humor.

Ahora, el premier británico se convirtió en objeto de burlas y críticas del mundo entero porque acaba de olvidarse a su hija Nancy, de ocho años, en un pub de Cadsden, cerca de la residencia campestre del matrimonio Cameron, en las afueras de Londres. Según se informó, la nena fue al baño y cuando salió se percató de que sus padres se habían ido del boliche. Mucho problema no se hizo, ya que se puso a ayudar a los camareros del lugar en donde habían almorzado. Del otro lado de la historia, la mujer del primer ministro iba en un auto con sus otros dos hijos, confiada en que Nancy -por la suya- viajaba con el papá. Así llegaron a su residencia y descubrieron que no estaba por ningún lado. Como en la película "Mi pobre angelito", pero en la vida real.

Mientras,los empleados del pub señalaron que Cameron no está en la guía, y aunque estuviera, no es fácil llamar a la casa del premier para avisar que se olvidó a la hija entre botellas de cerveza y de vino. Como frutilla de la torta, el político conservador se manda esta macana justo cuando su gobierno se prepara para recortar los programas sociales de las familias con menos recursos y la oposición hace hincapié en que eso afectará especialmente a los niños. Y por otro lado, días atrás se supo que Cameron es afecto al vino, y que en los almuerzos de fin de semana le gusta empinar el codo. Si le hubieran hecho un control de alcoholemia cuando se olvidó a la hija, no lo hubiera pasado. Un irresponsable.

(Publicado en la columna "El click del editor", de La Razón, de Buenos Aires)