22 marzo 2012

El fan de Alfano está del marote

Por Humberto Acciarressi

En este ciclo interminable de fanáticos de figuras casi inexistentes, y de seguidores de fans (a los ya conocidos de Wanda Nara, de Graciela Alfano, de Paris Hilton, incluso de uno de los fans), se ha sumado recientemente "El fan de sí mismo", forma con la que apodan sus compañeros de La Soñada (una de las fábricas de engendros televisivos) a Joaquín Starosta. Pero el ciclo "Soñando por bailar" sigue sacando conejos de la galera.

Ahora volvió a estar en el ojo de la tormenta (un ojo grande, por cierto) el fan de Alfano. Nos referimos, claro, a Fran Mariano, adicto a la comida y a los realitys televisivos. A la serie de delirios cometidos con el reconocido objetivo "de ser famoso" (así, a secas), se desmayó varias veces en cámaras, se pelea con todo el mundo, baila como un camello sin gracia y se manda la parte. Por supuesto que llama la atención. Lo mismo ocurría con los freaks que fotografiaba Diane Arbus y con el Hombre Elefante en el siglo XIX. Y son lindos arquetipos para una película bizarra, nada más.

Ahora, en medio de escándalos mediáticos como la huida de una de las participantes o las cartas con estrategias de juego que la madre de otra le enviaba en cajas de caramelos, a Fran Mariano le requisaron la habitación y le encontraron no sé cuántos kilos de golosinas. Estamos hablando de alguien que había salido del reality para gordos "Cuestión de peso" y que ahora trepó en la balanza nada menos que quince kilos.

Hasta allí nada fuera de lo normal para esta troupe. En la última "gala de expulsión", el fan Fran -antes de la votación telefónica- dijo unas palabras llorando: "Todo esto se lo dediqué a Graciela Alfano". Plop. Al día siguiente, ya salvado por un pelo, se trenzó a los gritos con los médicos de "Cuestión de peso" en "Este es el show". Estos se limitaban a explicarle que se está yendo al demonio con las comidas. Menos "bonito", le dijeron todo. Incluso que si sigue así no va a bailar ni en un plácido sueño otoñal. Lo único que faltó señalar es que la culpa no la tiene el chancho, sino quien le da de comer.

(Publicado en la columna "El click del editor", de La Razón, de Buenos Aires)