27 noviembre 2011

Los discos no están muertos


Por Humberto Acciarressi

Con más de cuarenta locales adheridos a la fiesta, una oferta para los gustos más variados y unas 40 mil personas yendo de un negocio a otro, hace unos días se llevó a cabo otra edición de la Noche de las Disquerías, uno de las tantos eventos culturales porteños. Desde Baglietto, Vitale y Soema Montenegro hasta Diego Frenkel, Mariano Otero y muchísimos músicos, la gente no sólo compró Cds, sino que además disfrutó de recitales gratuitos.

Nadie ignora que las principales víctimas de las novedades de la web son los discos y, por carácter transitivo, los músicos. No hace mucho, Horacio Molina me comentaba que utiliza sus discos editados como tarjetas de presentación y que para obtener ganancias espera las presentaciones. Otros músicos me dicen lo mismo, lo que por cierto no debería extrañarle a nadie, cuando la descarga pirata es una de las actividades más multitudinarias de la red de redes. Por esa razón -lo mismo sucede con las películas y en menor medida con el libro-, acontecimientos como este son de gran importancia para nuestra cultura. Por lo menos indican que aún hay gente que valora todo lo que gira en torno a un disco, por ejemplo el arte de tapa.

Los coleccionistas se hacen una fiesta cada vez que consiguen viejos vinilos del rock nacional e internacional, y desde hace un tiempo se han sumado quienes se desviven por los primeros CDs (individuales, en caja, de colección, tiradas limitadas, bonus especiales, etc). No es lo mismo bajarse de la web "Porco Rex", "El tesoro de los inocentes" y "El perfume de la tempestad", que tener las hermosas cajas-libros editadas por el Indio Solari. Es cierto que el público de las piezas originales es mucho menor, pero 40 mil personas en la Noche de las Disquerías es buen número. No soy ingenuo. El negocio de la música se trasladó del disco a los recitales, sean masivos o no. Las grandes cadenas se compran entre sí y buscan un hueco en el lado legal de la web. Pero bueno, las causas perdidas despiertan mi simpatía.

(Publicado en la columna "El click del editor", de La Razón, de Buenos Aires)