29 octubre 2011

Biografía y panegírico de Steve Jobs


Por Humberto Acciarressi

Walter Isaacson ya había publicado otros libros, entre ellos dos biografías: una de Benjamín Franklin y otra de Albert Einstein. Fue redactor jefe de Time y de la CNN, aunque ahora podrá tirarse a la marchanta por lo que le quede de vida, gracias a la oportuna biografía que escribió en tiempo récord sobre “Steve Jobs” (entre comillas, dado que así es el título) y que desde ayer ya es uno de los libros más vendidos del mundo, incluyendo la Argentina.

Fruto de más de cuarenta entrevistas, y según el autor por un pedido especial del padre del iPhone y el iPad, la obra no es precisamente una biografía no autorizada, de esas en las que se cuentan cosas sabrosas y ocultadas por los retratados. Por largos párrafos, Isaacson alimenta el mito del gurú de Silicon Valley e incluso sus presuntos errores parecen estudiados para resaltar lo positivo. “No quería ser padre, así que no lo fui”, dijo con respecto a la hija que tuvo con Chrissann Brennan, novia ocasional. Cuando Lisa Nicole Brennan cumplió ocho años, Jobs empezó a relacionarse con ella y dice Isaacson que su gran interés en publicar el libro era que sus hijos supieran por qué fue un padre ausente.

De una u otra forma, el autor de la biografía trata de explicar las razones del carácter colérico, a veces despótico, del influyente magnate. “Aprendí rápido que te hace pedazos si no apoyas su opinión”, narra el mismísimo Tim Cook, justo a quien Jobs le confió finalmente su legado al frente de Apple. Hay gente a quien le gusta vivir rodeada de seres así. Muchos reconocen que lo admiraban cuando él se limitaba a justificarse con un “soy así”. Costados muy oscuros sobre su vida ni se mencionan. Por ejemplo, ¿es verdad que le negó a su amigo Steve Wozniak (padrino financiero de Mac) parte de sus honorarios? La renuencia a operarse cuando los médicos se lo aconsejaban, y combatir el cáncer con dietas macrobióticas, son anécdotas dolorosas pero no desconocidas. No estaría mal que a Steve Jobs le llegue, sea cuando sea, su Orson Welles.

(Publicado en la columna "El click del editor", de La Razón, de Buenos Aires)