Por Humberto Acciarressi
Walter Isaacson ya había publicado otros libros, entre ellos dos biografías: una de Benjamín Franklin y otra de Albert Einstein. Fue redactor jefe de Time y de la CNN, aunque ahora podrá tirarse a la marchanta por lo que le quede de vida, gracias a la oportuna biografía que escribió en tiempo récord sobre “Steve Jobs” (entre comillas, dado que así es el título) y que desde ayer ya es uno de los libros más vendidos del mundo, incluyendo la Argentina.
Fruto de más de cuarenta entrevistas, y según el autor por un pedido especial del padre del iPhone y el iPad, la obra no es precisamente una biografía no autorizada, de esas en las que se cuentan cosas sabrosas y ocultadas por los retratados. Por largos párrafos, Isaacson alimenta el mito del gurú de Silicon Valley e incluso sus presuntos errores parecen estudiados para resaltar lo positivo. “No quería ser padre, así que no lo fui”, dijo con respecto a la hija que tuvo con Chrissann Brennan, novia ocasional. Cuando Lisa Nicole Brennan cumplió ocho años, Jobs empezó a relacionarse con ella y dice Isaacson que su gran interés en publicar el libro era que sus hijos supieran por qué fue un padre ausente.
De una u otra forma, el autor de la biografía trata de explicar las razones del carácter colérico, a veces despótico, del influyente magnate. “Aprendí rápido que te hace pedazos si no apoyas su opinión”, narra el mismísimo Tim Cook, justo a quien Jobs le confió finalmente su legado al frente de Apple. Hay gente a quien le gusta vivir rodeada de seres así. Muchos reconocen que lo admiraban cuando él se limitaba a justificarse con un “soy así”. Costados muy oscuros sobre su vida ni se mencionan. Por ejemplo, ¿es verdad que le negó a su amigo Steve Wozniak (padrino financiero de Mac) parte de sus honorarios? La renuencia a operarse cuando los médicos se lo aconsejaban, y combatir el cáncer con dietas macrobióticas, son anécdotas dolorosas pero no desconocidas. No estaría mal que a Steve Jobs le llegue, sea cuando sea, su Orson Welles.
(Publicado en la columna "El click del editor", de La Razón, de Buenos Aires)
Walter Isaacson ya había publicado otros libros, entre ellos dos biografías: una de Benjamín Franklin y otra de Albert Einstein. Fue redactor jefe de Time y de la CNN, aunque ahora podrá tirarse a la marchanta por lo que le quede de vida, gracias a la oportuna biografía que escribió en tiempo récord sobre “Steve Jobs” (entre comillas, dado que así es el título) y que desde ayer ya es uno de los libros más vendidos del mundo, incluyendo la Argentina.
Fruto de más de cuarenta entrevistas, y según el autor por un pedido especial del padre del iPhone y el iPad, la obra no es precisamente una biografía no autorizada, de esas en las que se cuentan cosas sabrosas y ocultadas por los retratados. Por largos párrafos, Isaacson alimenta el mito del gurú de Silicon Valley e incluso sus presuntos errores parecen estudiados para resaltar lo positivo. “No quería ser padre, así que no lo fui”, dijo con respecto a la hija que tuvo con Chrissann Brennan, novia ocasional. Cuando Lisa Nicole Brennan cumplió ocho años, Jobs empezó a relacionarse con ella y dice Isaacson que su gran interés en publicar el libro era que sus hijos supieran por qué fue un padre ausente.
De una u otra forma, el autor de la biografía trata de explicar las razones del carácter colérico, a veces despótico, del influyente magnate. “Aprendí rápido que te hace pedazos si no apoyas su opinión”, narra el mismísimo Tim Cook, justo a quien Jobs le confió finalmente su legado al frente de Apple. Hay gente a quien le gusta vivir rodeada de seres así. Muchos reconocen que lo admiraban cuando él se limitaba a justificarse con un “soy así”. Costados muy oscuros sobre su vida ni se mencionan. Por ejemplo, ¿es verdad que le negó a su amigo Steve Wozniak (padrino financiero de Mac) parte de sus honorarios? La renuencia a operarse cuando los médicos se lo aconsejaban, y combatir el cáncer con dietas macrobióticas, son anécdotas dolorosas pero no desconocidas. No estaría mal que a Steve Jobs le llegue, sea cuando sea, su Orson Welles.
(Publicado en la columna "El click del editor", de La Razón, de Buenos Aires)