10 septiembre 2011

Isabel II busca sirviente que no hable






Por Humberto Acciarressi

La reina Isabel II de inglaterra, un anacronismo vivo, busca mayordomo. Obviamente no puso un aviso en los clasificados del diario The Sun, sino en la página oficial de la Casa Real (The Royal Household). Por supuesto tiene que ser una especie de Anthony Hopkins en "Lo que queda del día", pero en el último escalón del escalafón de los esclavos, digo de los sirvientes. Además tiene que saber guardar secretos y no ser chimentero. Es decir, lo que vea o escuche, muere con él.

Para lo primero, tiene que saber distribuir las valijas de cada integrante de la familia real en los cuartos respectivos, mantener impecables las ropas y uniformes, distribuir los diarios y las bandejas con desayunos a cada cual según su gusto, y estar siempre listo para viajar. Hay antecedentes bastante nefastos para ese cuerpo de payasos que se hace llamar familia real. Los mayordomos de Diana y Carlos metieron de cabeza a la pareja en el top ten de los chistes británicos.Incluso un periodista logró colarse en el palacio de Buckingham y servirle el desayuno a la reina y al príncipe Felipe. Así se enteró que la Reina guarda sus cereales en una caja de plástico Tupperware. O que el cuarto del príncipe Andrew está lleno de ositos de peluche y un almohadón con la leyenda: "Comer, dormir y volver a casarse". Una bizarrada desde donde lo quieras mirar.

Otro antecedente rayano con la mafia. Paul Burrell, el mayordomo de Diana, le robaba las joyas a la princesa. Cuando el asunto llegó a la Justicia, la soberana hizo caer el proceso y sacarlo libre. Antes había estado reunida con el reo unas tres horas. Más tarde, el sirviente que nunca volvió a Inglaterra, contó que Isabel le había advertido por su seguridad si contaba algo. "Hay poderes del que nosotros no tenemos conocimiento", le dijo, cual Marlon Brando, al mayordomo que se refugió en Estados Unidos. En cuanto al palacio, se dice que tiene habitaciones que son un asco de suciedad y humedad. Sólo con lo que escribimos, te garanto que no hay plata que pague ese sucio trabajo.


(Publicado en la columna "El click del editor", de La Razón, de Buenos Aires)