24 julio 2011

Donación de un demente desconocido


Por Humberto Acciarressi

El suceso ocurrió en Dinamarca, los pagos de Hamlet. En uno de los tantos depósitos de la Cruz Roja en los que los donantes dejan cosas para los carenciados, un anónimo (no se sabe si hombre o mujer), dejó dentro de un saco, un sobre con 200 mil dólares dentro. En el mismo también había una carta, en la que señalaba que se trataba de una donación. Concretamente decía: "A la Cruz Roja noruega, un anónimo. Lo guardé durante 40 años". Leiste bien: la carta dice Noruega, no danesa. Lo cierto es que la gente de la institución (de cualquier forma es internacional) estaba más contenta que una jauría de perros con dos colas, pero la policía metió las narices. Sí ¿La excusa? Averiguar si el dinero no es producto de un acto criminal, eventualmente delictivo.

Lavado de dinero, evidentemente no es. La metodología es diferente. Un chorro que iba corriendo para que no lo agarren, tampoco. En esas circunstancias, uno no se pone a escribir una carta. Si es alguien que robó de un banco escandinavo varios millones de dólares, prefiero no saberlo. Porque en ese caso sería un miserable. Queda la hipótesis de un Robin Hood danés -siempre de acuerdo a la policía-, lo que le daría al asunto ribetes románticos aunque improbables. Muchas opciones no nos quedan.

Después, claro, resta lo que dice la nota. Que efectivamente se trate de la donación de un demente sin dinero o de un adinerado con culpa. De cualquier manera, eso es lo que están investigando y muy difícilmente averigüen. Si se trata de un millonario no va a decir que estuvo ahorrando el dinero durante cuarenta años, ya que esas cosas no pasan ni en las películas. Especialmente porque los multimillonarios no ahorran 200 mil dólares en 40 años. Hay más chances de descubrirlo si es un loco lindo. Por ejemplo, si se presenta y dice: "Quédense con el dinero, pero ¿me dan el saco que me muero de frío?". En el hospicio tendrá tiempo para meditar. Es verdad que no mencionamos otra posibilidad: que sea un benefactor en su sano juicio. Pero de eso la culpa es del mundo, no nuestra.

( Publicado en la columna "El click del editor", de La Razón, de Buenos Aires)