17 junio 2011

La rebelión de los relojes, en Sicilia

Por Humberto Acciarressi

Gracias a Ripley, muchos misterios dejaron de serlo hace mucho. Y por fortuna, desde la muerte del coleccionista de curiosidades, los misterios son cada vez más numerosos. Llamativamente, cada descubrimiento trae aparejado decenas de incertidumbres. Pero cuidado: también existe “lo otro”, como llaman a lo sobrenatural en las provincias del norte argentino. Y si no, mirate una peli coreana o japonesa de horror ¿En qué lado de la realidad puede ponerse lo que está ocurriendo en Calabria y Sicilia? Concretamente, los relojes digitales -no uno o dos, sino miles- adelantan quince minutos sin intervención humana.

Valga una aclaración: hablamos de los relojes de pulsera, de pared o despertadores, pero además de microondas, computadoras, heladeras, radios y otros adminículos que tengan mecanismos de relojería.Entre ellos, las cajas de seguridad de los bancos. Algunos dicen que el fenómeno se debe a los bruscos cambios electromagnéticos causados por una reciente erupción del volcán Etna. Otros mencionan un cable que corre bajo las aguas. Mmmmmm. Me permito dudar. Creo más en explicaciones absurdas, al estilo de Lewis Carroll en "Alicia en el país de la maravillas".

Lo que sí puede inferirse es que se deben estar produciendo miles de desencuentros entre quienes usan relojes digitales y los que aún conservan los históricos. Si uno pone una tortilla en el microondas, corre el riesgo de comerla medio cruda (o semi frÍa) si no calcula los quince minutos en cuestión ¿Y si un médico le está tomando las pulsaciones a un paciente y de golpe el reloj pega el salto? Si es novato puede llegar a la falsa conclusión que el enfermo tiene 80 pulsaciones cada 16 minutos. Los relojeros tienen más trabajo que nunca y un problema: no cobran porque no logran dar con la solución. Algunos ni siquiera toman los relojes. Los únicos felices son los impuntuales, ya que en Sicilia nadie sabe -a esta altura- qué hora es en realidad. En la Italia del sur, "A la hora señalada", de Fred Zinnemann, hoy se vería como una comedia.

(Publicado en la columna "El click del editor", de La Razón, de Buenos Aires)