06 octubre 2010

No hagan ruido que no quiero morirme


Por Humberto Acciarressi

Colesterol, fumar, hipertensión, discusiones (serias o absurdas,como por ejemplo lidiar a los gritos si alguien te dice que Arsenal es más grande que River), excesos al comer y una larga lista de vicios y delicias (¿o qué es acaso devorarse con entusiasmo simpsoniano una gran barra de chocolaaaaate?), hacen mal al corazón. Es lamentable pero es así, y son las cosas que hay que evitar si no querés cruzar más temprano que tarde al otro lado. Ahora, un estudio británico dice que el ruido continuo en el trabajo duplica el riesgo de sufrir un infarto (disculpen el paréntesis pero me voy a poner tapones en los oídos)... Ya está. Sigamos.

El asunto es que los investigadores estudiaron a no sé cuántos tipos (pero son muchos), que trabajaban en lugares en los que resultaba difícil hablar si no era a los gritos. Los sujetos, a pesar de estar sanos y no padecer otras dolencias, incrementaron sus posibilidades de sufrir un evento coronario (manera elegante de señalar que estuvieron más cerca del arpa que de la guitarra). Ojo que no hablamos de operarios que trabajan con máquinas de percusión o de quienes lo hacen en el salón de pruebas de un taller de bombos legüeros. No. El estudio habla de oficinas, en los que todo ruido debería tener origen en los gritos al hablar, a la música a todo volumen, o a que 200 personas tipeen en un cuarto de dos por dos y respiren fuerte. Por si las moscas lleva un casco de astronauta al trabajo Y cualquier duda consultá a tu médico.

(Publicado en la "Columna del editor" de La Razón, de Buenos Aires)