15 octubre 2010

Los mineros: si querés llorar, llorá

Por Humberto Acciarressi

Cada tanto, para demostrarse a sí mismo que no todo está perdido, el mundo necesita de un drama colectivo con final feliz. No es casual que gente que habitualmente camina por la calle sorteando personas muertas de frío como si nada, o que lo único que saben de minas es lo que vieron en la saga de Indiana Jones, hayan llorado sinceramente cuando el primer minero hizo su aparición sobre la superficie, a bordo de ese extraño dispositivo llamado Fénix. Cada tanto ocurre: a veces en la realidad, otras en el cine (recuerdo dos películas, ambas protagonizadas por Dustin Hoffman: "Mentiras que matan" y "Héroe accidental") .

Pero lo cierto es que la gente necesita de esas emociones fuertes, ligadas a cierta forma del heroísmo por un lado, y a lo milagroso por el otro. Vemos a una señora llorosa que se permite una sobria sonrisa cuando sale el minero bígamo, el ya popular Yonny Barrios. Doble contra sencillo que si lo ve en la calle se cruza de vereda. Pero estos dramas colectivos son como la fiesta de Serrat: "Por una noche se olvidó que cada uno es cada cual". Mil millones de personas siguieron el salvataje en todo el mundo. En la Argentina, se operó el milagro que "Bailando por un sueño" -que mantuvo su programación- bajara más de diez puntos de rating tras el rescate del primer minero, para envidia de Fort y de Pachano. De todas maneras, y fuera de las bromas habituales que hacemos acá, da gusto comprobar que hay gente que derrama lágrimas por un desconocido en desgracia.

(Publicado en la "Columna del editor" de La Razón, de Buenos Aires)