07 julio 2010

Ahora que se terminó el Mundial...

Por Humberto Acciarressi

Ahora que terminó el Mundial (¿o acaso a algún argentino le queda un atisbo de duda?), la vida vuelve a ser la de antes. Buena, mala, más o menos (cada uno la adjetiva como quiere o puede), pero la de antes. Se terminó la fiesta, la espera entre partido y partido, las apuestas, los nervios y las alegrías vividas en conjunto, el "si no hay galope se nos para el corazón", como sostiene acertadamente Vicentico. Los que compraron plasmas en 50 cuotas, seguirán pagando mensualmente y cuando se juegue el Mundial en Brasil apenas les faltará un par de meses para cancelar el televisor.

Se acabaron las facturas en familia frente a la pantalla, las cábalas, las opiniones de quienes tienen menos futbol que Utilísima, y hasta el perro extrañará el gorrito y la camiseta celeste y blanca. Se acabó ese lapso en que "por una noche se olvidó que cada uno es cada cual" (Serrat dixit).
 
Como en la Argentina viven miles y miles de inmigrantes de todo el mundo, quizás algún grito de gol rompa la monotonía y la melancolía generada por la falta de futbol. Además, para colmo, aún falta más de un mes para el comienzo del Apertura. Sólo quienes entienden de pasión (y el futbol lo es) pueden entender esto. Y los picos más altos de las pasiones no duran para siempre. O como decía Chico Buarque, hay un momento crucial en que "todo toma su lugar cuando la banda pasó". Hay dos noticias. La buena: los argentinos somos amigos de las pasiones. La mala: que la vuvuzela puede perdurar.

(Publicado en la "Columna del editor" de La Razón, de Buenos Aires)