27 junio 2009

Con ustedes, Boris Vian


Por Humberto Acciarressi

Una de sus novelas -"Escupiré sobre sus tumbas"- había sido adaptada al cine y él asistía a la privada cuando se sintió mal. A los pocos minutos de aquel 23 de junio de 1959, Boris Vian se desplomaba para siempre con un ataque al corazón que dejó las puertas abiertas a su leyenda. La misma - conformada por sus múltiples actividades como novelista, poeta, actor, músico (por mencionar las más notorias de las disciplinas)- recaba muchos más datos y notas interesantes que las que suelen entrar en una vida de apenas 39 años, que fue el tiempo que anduvo haciendo de las suyas por este planeta.

De esa vida agitada se pueden señalar algunos hitos. Siendo chico tuvo tifus y fiebre reumática, arrastró siempre problemas del corazón; se recibió de ingeniero; se apasionó por la música y el jazz (y fue un gran ejecutante); fue cantautor ("El desertor", contra la guerra de Argelia, abre este comentario); se casó; firmó su primer poema con el seudónimo de Bison Ravi; unos ladrones entraron a su casa y asesinaron a su padre; comenzó a escribir novelas; se hizo amigo de personajes como Raymond Queneau y Jean Rostand; frecuentó a los grandes del jazz, y la picazón de la actuación se le fue haciendo más fuerte con el correr del tiempo.

De todas maneras, hay que precisar que el nombre Vian siempre estuvo asociado, fundamentalmente, a la literatura y a la música. En una oportunidad, charlando con su amigo Jean d’Halluin (que esperaba la oportunidad de convertirse en editor de fuste), le prometió que en quince días le escribiría un best seller. Pasadas esas dos semanas, le entregó los manuscritos de "Escupiré sobre sus tumbas", la novela de la que hablamos al comienzo. El libro fue, efectivamente, un éxito. Pero nadie, salvo algunos iniciados, supo que era de él. Boris lo firmó con el seudónimo de Vernon Sullivan, un presunto escritor norteamericano, que, al estilo de Salinger varios años más tarde, no sólo era reacio a conceder entrevistas y dejarse sacar fotos, sino además de viajar a Francia. El "traductor" de la novela sí era "Vian", a secas.

Hay cosas que ya todos saben: escribió "El arrancacorazones", "La espuma de los días", "El otoño en Pekin", "La hierba roja". Y múltiples obras de teatro, u otras que luego fueron adaptadas, entre ellas la inquietante tragedia burlesca titulada "Los constructores del imperio". En el medio actuó en algunas películas, escribió cuentos para "Les Temps Modernes" invitado por Sartre, y ejerció la crítica de jazz en "Combat", dirigido por Albert Camus. Y claro, fue un predicador de la Patafísica postulada por Alfred Jarry y de todo lo que entraña "la ciencia de las soluciones imaginarias". Casi no hubo algo que no hiciera con entusiasmo. Y todo en el breve lapso de 39 años.

(Publicado en La Razón, de Buenos Aires)