07 diciembre 2006

Una vuelta al mundo de Roy Lichtenstein


Por Humberto Acciarressi

Su nombre dificil y su cara casi desconocida de los grandes públicos, son paradójicamente emblemáticos del pop del sesenta. Ligado a la modernidad, su obra traza una línea casi perfecta entre dos momentos, lo que llevó a decir que Lichtenstein comenzó haciendo arte del comic(con sus cuadros basados en historietas) y terminó haciendo comic del arte(reinterpretación de otros pintores). Provocador y discutido, el artista no llevó a sus cuadros ni sus resentimientos ni los dolores sufridos por incomprensiones de propios y extraños. A lo sumo se permitió una ironía fresca y en cierto sentido lúdica. A diferencia de Warhol, seducido por la fama hasta la exageración, Lichtenstein fue el hombre invisible. Y lo sigue siendo, aún cuando sus obras se vendan por millones de dólares a casi una década de su muerte por neumonía. Casi imperceptible, huyó de los reflectores y las poses que marcaron los 60.

Para no ser injustos con Warhol, digamos que su excentricismo, su peluquín y los humos psicodélicos de su Factoría, fueron más típicos de aquellos tiempos. Era Lichtenstein quien desentonaba. Cuando en 1994 se le dedicó la mayor retrospectiva de su vida, él se escabulló entre las sombras. Alguna vez, incluso con impertinencia para el espíritu académico, dijo: "Intenté hacer un tipo de arte tan despreciable que nadie se atreviera a colgarlo en una pared". Tampoco le importó demasiado cuando la revista Life se preguntó "¿Estamos ante el peor artista de América?". Lichtenstein no parpadeó. Siguió con sus lienzos "duplicados" de Van Gogh y compañía o con sus viñetas del Pato Donald.

Si Warhol trabajó con conceptos e íconos de la cultura de masas (Elvis, Marilyn, la sopa CampbellIs), Lichtenstein reprodujo la estética de la misma. Fue un enamorado del poder hipnótico de las imágenes de las nuevas y viejas mitologías, representadas en el comic. Sus cuadros, que en los 60 y 70 parecían destinados a la fugacidad de lo inmediato, ahora han saltado a los museos. Hay que destacar, sin embargo, que el artista alcanzó a disfrutar en vida que sus pinturas se cotizaran en términos millonarios.

La obra de Lichtenstein identifica una época que aún dura, al darle carácter monumental a los "cuadritos" mínimos del comic. Nacido en Nueva York en 1923 y doctorado en Bellas Artes en 1949,en 1957 comenzó a experimentar con imágenes tomadas de las historietas de los papeles para envolver chicles y con la técnica de puntos y colores brillantes de las tiras cómicas. Asi creó una especie de fotograma instantáneo desprovisto del argumento del comic tradicional, pero de gran potencia visual. Otras manifestaciones de su arte -los templos griegos, sus famosas pinceladas cómo íconos antiexpresionistas - no escapan a su vocación por la experimentación, a su afán de "reescribir" las imágenes ofrecidas por el universo de los "mass media". Con eso sólo se ha ganado un lugar de privilegio en las artes contemporáneas. A pesar de su introspección.

(Publicado en Tiempo de Arte)